Dar un paso
hacia atrás puede significar hacerse con el control y tener más opciones de
victoria. Durante los primeros cuarenta y cinco minutos el Mallorca hizo muchas
cosas bien. Los centrales rojos quedaron protegidos bajo el paraguas del
repliegue intensivo. Además,
cuando tu rival no tiene ningún futbolista que toque los veintitrés años, es
necesario aprovechar la experiencia para condicionar el partido. Y el Mallorca
así lo hizo. El Barça B atacó y los mallorquines contraatacaron. José Luis
Oltra decidió y lo hizo bien. Protegió sus flancos con Miguel García y Ximo que
rectificaron, errores y posiciones, de Nunes y Agus. Por delante Thomas e Iñigo
tuvieron un trabajo arduo y duro en la medular. Frenar la posesión, con
intención de localización, catalana. Y lo hicieron gracias a la ayuda de las
bandas y a la colaboración activa de Gerard y, sobre todo, Víctor Casadesús.
Los mallorquines trabajaron como un auténtico equipo. Alfaro y N'Sue no
tuvieron ningún rubor en cerrar y montar línea de hasta seis defensores para
después sorprender a la contra. Se minimizaron las carencias propias y se buscó
el punto débil del rival. El Mallorca supo poner el dedo sobre la herida y
hacer sangre. Lanzó contraataques durante todo el partido y condicionó el juego
del rival.
Por su parte
Eusebio Sacristán no se bajó del burro. El Barça B se vistió con su 1-4-3-3 y
apostó por el balón. Posesión hasta el infinito pero sin la profundidad
adecuada. Los catalanes cayeron víctimas de la red tejida por los mallorquines
y el triunfo fue más que justo.
Una mención
especial merecen dos futbolistas. Miño se ha convertido en sinónimo de
seguridad. El cancerbero no tuvo ningún error y fue clave neutralizando algunas
llegadas del Barça B. Y Víctor Casadesús volvió a brillar con luz propia. Ayudó
a igualar fuerzas en la medular, siendo muy generoso en el esfuerzo, y fue un
cuchillo que seccionó la línea de retaguardia catalana. Su pausa otorgó peligro
en cada contraataque y además sumó el gol que dio la victoria.