28 marzo 2016

JUGARON PARA EMPATAR


Jugar contra un equipo que tiene buenos futbolistas y que, además, ha mejorado mucho en estructura grupal era preludio de partido de intensidad y complicación. Afrontarlo con naturalidad, pero también con responsabilidad y atención, era obligación de supervivencia. El partido era demasiado importante para fallar en actitud. En eso se cumplió pero se falló en personalidad de juego

Los mallorquines se fueron excesivamente atrás y tuvieron una interpretación errónea del encuentro. Jugaron para empatar y, al menos, eso consiguieron. El Mallorca debía intentar ganar pero prohibiéndose la opción de la derrota. Caer, perdiendo el goal average, era un escenario a evitar a cualquier precio. Había que hacer todo lo posible para lograrlo. Y eso se consiguió. 

La fortuna fue un aliado importante y trascendental. Gracias a los errores del adversario se salvó un punto muy importante. Fernando Vázquez no sorprendió. Volvió a colocar a sus tres medios centros por dentro para colapsar así el centro del campo. Allí chocaron con José Ángel, Lolo Reyes y Pozo. Pero la clave estuvo en la ocupación del campo. El repliegue tan intensivo fue condena táctica.  

El Almería se presentó al partido con las mejores sensaciones de toda la temporada. Hace bastantes partidos que Néstor Gorosito cambió a la defensa de cinco coincidiendo con la llegada de Savejich. Para esta final asumió su baja sin modificar su sistema de juego. No tocó inicialmente a sus tres centrales y tampoco a sus dos laterales de largo recorrido. Las irrupciones sorpresivas, de Dubarbier por la izquierda y Míchel por la derecha, debían ser abortadas. 

Aquí, dependiendo de la zona del campo, debían aparecer los laterales para no perjudicar defensivamente a los medios de banda. Se hizo todo lo contrario. La velocidad al espacio de Lago Junior quedó demasiado alejada de la zona de amenaza y del delantero centro. Salomao se olvidó de jugar en ataque. Sí, defendió y se desgastó pero jamás amenazó. 

Ortuño tuvo un partido de máxima dificultad. Aislado tuvo que manejarse con una inferioridad numérica tan excesiva como imposible. Incluso durante la segunda parte llegó a jugar sobre la línea de tres cuartos propia.

Al final el equipo conquistó un punto que es gloria bendita para las aspiraciones de permanencia. Lo mejor, sin ningún tipo de duda, fue el resultado. La victoria del Mallorca hubiera sido un premio exagerado y, tal vez, injusto.  


20 marzo 2016

UN PUNTO DE PRUDENCIA


El Mallorca debía entrar al encuentro con un objetivo de juego claro y nítido. Alargar las buenas sensaciones de la primera parte de El Alcoraz pero sin repetir la última media hora. Para ello era obligación trazar el plan adecuado y forzar el juego del adversario. Los primeros cuarenta y cinco minutos fueron absolutamente rojos. Fue una lástima no cerrar el partido. 

El contraataque es el arma ofensiva que más hostigamiento ha producido al conjunto de Miranda de Ebro. Curiosamente es su mayor aval y su peor rédito. Evitar sus contras y pagar con la misma moneda fue la puesta en escena.

Fernando Vázquez volvió a fortalecer su medular con tres futbolistas. Yuste anclando con Sissoko y Damià evolucionando. El overbooking en la medular fue la constante a superar. 

El Mirandés tiene un plan de juego diferente al resto de equipos de la Segunda División. El 1-3-3-3-1 impuesto por Carlos Terrazas hace que los partidos tengan un componente distinto. La fortaleza, asfixiante y sin tregua en la presión por dentro, obliga a encontrar espacios ganadores por fuera.  

Y aquí se debían desatar las hostilidades rojas. Lago Junior, desde el perfil derecho, tenía la obligación táctica de martillear a Kijera. Por el otro flanco Salomao tenía que conquistar amplitud para así hacer crecer la duda entre los centrales contrarios. El juego exterior se ganó en la primera parte y se desaprovechó en la segunda. 
 
Ortuño volvió a liderar el ataque mallorquín. Su tozudez en la referencia fue un incordio táctico para el rival. Sembró duda y recogió eficacia. Su jerarquía en el juego de ataque fue absoluta. Él fue la balanza que desequilibró y descentró al Mirandés. 
 
En esta categoría cada rival es un mundo y todos los partidos precisan de adaptación al rival y a las circunstancias. El Mallorca durante la segunda parte pudo elegir si arriesgar o conservar. Se quedó a medias. Vázquez colocó un doble pivote para lanzar a tres medías puntas para intentar llegar y ayudar a Ortuño. Fue del todo imposible. Hubo más miedo a perder el punto que intención de arriesgar a ganador y llevarse así el botín de la victoria.  

17 marzo 2016

VICTORIA CON DOS CARAS


El Mallorca se presentó en El Alcoraz con muchas dudas por resolver. Mejorar en todos los aspectos de actitud era obligación. Y eso se hizo con claridad. Durante los primeros cuarenta y cinco minutos hubo concentración, colocación, inteligencia y eficacia. En la segunda parte se cedió demasiado control al contrario. Incluso se renunció al contraataque y se pudo pagar caro. 
Fernando Vázquez tenía la necesidad de acertar en la elección de los jugadores y en la estrategia de juego. Jugar contra un adversario que es claramente más vulnerable con balón, que sin él, abre ciertas posibilidades tácticas.

Los rojos se situaron sobre el terreno de juego con una ubicación normal y con la intención de presión en la zona más ancha del terreno de juego. Tres jugadores por dentro, liberando un poco más a Damià, otorgó seguridad y fortaleza en la medular. 

Ortuño que ya había conseguido perforar la portería del equipo oscense, con el Zaragoza y en la Romareda, fue la referencia del equipo mallorquín. El número nueve fue un demonio para los centrales contrarios. Tuvo presencia, criterio y buen juego.  Es claramente el mejor delantero que tiene el técnico de Castrofeito bajo sus órdenes y no se entiende su suplencia hasta la fecha. 
Por su parte Juan Antonio Anquela que ha estado coqueteando con diferentes sistemas de juego estabilizó inicialmente su línea de cuatro zagueros. Después cambió. El técnico de Linares contó con su mejor munición en elaboración y finalización.

La conexión, entra la zurda de Fran Mérida y la velocidad de Darwin Machís, representaban la amenaza a sujetar. Vázquez, en la segunda parte, colocó un doble lateral para secar al venezolano. 

El Mallorca está en una situación tan precaria que sus metas, además de cortas, deben ser alcanzables. Plantear los partidos con la intención de ganar, intentando como mínimo, no perder es una cuestión de supervivencia.

Con el objetivo de la permanencia en el horizonte no se puede menospreciar esta victoria. Fue una lástima el gol encajado en el descuento. Pero éste fue justo. Los rojos jugaron con fuego prácticamente durante toda la segunda parte y pagaron empatando el goal average directo. 

14 marzo 2016

JUGAR SIN ATENCIÓN NI CONCENTRACIÓN


El Mallorca firmó un partido absolutamente negro. Hubo errores de todo tipo pero la falta de atención llegó, en ciertos momentos, a rozar el escándalo. La lectura táctica también fue equivocada, durante casi todo el partido, y la rectificación ya es urgente. La categoría peligra de verdad y asumirlo es muy necesario.  
Cuando el rival es técnicamente inferior casi es obligación asumir el papel de protagonista. Intentar asumir el control del partido con la posesión del balón no significa jugar bien. Eso es muy interpretable. Pero meter la máxima concentración es imprescindible. La Llagostera es un equipo lleno de limitaciones de todo tipo. Su clasificación es fruto de la falta de soluciones en ataque y cierta laxitud defensiva.

De alguna manera el Mallorca debía demostrar su superioridad teórica dentro del terreno de juego. Asumir la responsabilidad era necesario. No fue así. No se tiró de galones y, sobre todo, se enseñaron las vergüenzas durante casi todo el partido. 

Fernando Vázquez optó aparentemente por un planteamiento lleno de dudas por resolver. La sala de máquinas estuvo representada, nunca liderada, por Damià y Yuste. Ambos tuvieron problemas para proteger el pase largo del adversario. El primer gol llegó en una jugada con error táctico de medios centros y pasividad de centrales. 
La línea de vanguardia tuvo la presencia inicial de Colunga y Acuña. Su inoperancia estuvo a la altura de sus compañeros. Solo la velocidad de Lago Junior, durante algunos minutos, puede salvarse de la quema. Él representó el único baluarte rescatable en ataque. 

Oriol Alsina movió sus escasas piezas de forma previsible y anunciada. Intentar amenazar sobre su juego exterior y condicionar con la envergadura de Juanjo Expósito. Querol por la derecha y Natalio por la izquierda fueron su munición. Este poco bagaje, unido a la falta de intensidad y concentración defensiva roja, bastó para conquistar una victoria llena de tronio y eficacia. Fue absolutamente justa y ajustada al juego. 
El partido estuvo sometido a la falta de clarividencia absoluta de los mallorquines. Fue hasta grosero. Y no solo fueron los goles encajados. El Mallorca tiene que asumir públicamente su responsabilidad. La afición vio el partido y reconocer los errores debe ser el punto de partida. 

06 marzo 2016

LA JERARQUÍA SE CONQUISTA

 
 
El Real Oviedo se presentó en Son Moix después doce partidos consecutivos sin conocer el amargo sabor de la derrota. No es casualidad y sí fruto del trabajo bien hecho. La victoria del Mallorca debe situarse sobre el peldaño que se merece. Fue un triunfo muy importante pero gris. Era un partido difícil y, al menos, se consiguió aquello que otros no pudieron alcanzar. 
Jugar con la ventaja de un futbolista más es una ventaja que tiene que saber aprovecharse. Trenzar ataques, con posesiones balón, para desgastar al adversario debía ser una consigna grabada a fuego. Eso o contraatacar para intimidar. No fue ni lo uno ni lo otro. El Mallorca interpretó mal su partido y sufrió mucho para poder ganar. 
Los siete goles encajados en los últimos tres partidos, además de algunos titubeos en la ocupación del campo, obligaban a presentar mejoría competitiva. El Mallorca, para derribar a uno de los mejores equipos en ataque de la Segunda División, necesitaba defender más y mejor. Esto sí se hizo. Pero para vencer no es suficiente solo neutralizar bien. También toca atacar o contraatacar de forma eficaz. Y aquí aparecieron lagunas casi desesperantes. 

Sergio Egea tiró de cierta produencia inicial. Sus últimos coqueteos con dos sistemas de juego le llevó a apostar 1-4-2-3-1. Intentó buscar más control a través de la posesión de balón situando a Michel por detrás de su mejor artillero. Después llegó la expulsión y se adaptó, como pudo y con algún error, a las circunstancias. 
Toché conoce los criterios de ser referencia pero aquí los centrales del Mallorca pudieron secar una posición que no fue demasiado combustible. Secar el grifo de Susaeta debía convertirse en prioridad absoluta. Sus apariciones por la banda derecha estaban más que anunciadas y aquí debía emerger la solvencia del lateral izquierdo rojo. El encargado fue un Company que cumplió con bastante solvencia. 

El Mallorca solo aprovechó un error grosero de su rival. La posición endeble de Aguirre sobre el lateral, hasta que fue cerrada por Peña, fue torpedeada por Lago Junior. El número catorce, junto con Salomao, fueron la munición para tumbar a un adversario superior. La lección debe aprovecharse. La jerarquía en el juego se conquista y el equipo mallorquín perdió el control del partido durante demasiados minutos.