26 febrero 2017

SE PERDIÓ LA FORTALEZA MENTAL


Era un partido de alta dificultad con una problemática añadida. Había que sumar la complicación de un entrenador rival que conocía todos los entresijos de la casa. Jugar contra Pep Lluís Martí aumentaba el riesgo y el margen para la derrota era inexistente. Ganar era necesidad y ponerlo todo para conseguirlo obligación.
El Mallorca se abonó a la intensidad y firmó una primera hora llena de presión y recuperación. Después hubo bajón mental y derrota por debilidad en todos los aspectos del juego. Fue tan triste como casi imperdonable. 
Ambas escuadras se presentaron con interrogantes en la finalización. El gol, la suerte más difícil en el fútbol, tenía una importancia capital. Siempre la tiene. Parecía que el equipo que marcara primero tendría mayores opciones de victoria. No fue así. Los locales en la segunda parte se diluyeron como un simple terrón de azúcar.
El Mallorca perforó la portería de un contrario que había salido inmaculado en sus seis últimos partidos. Para ello Olaizola se decantó por la velocidad de Lago Junior más la habilidad de Brandon. Se encontraron bien solo los primeros cuarenta y cinco minutos. Después no jugaron. 
En el centro del campo la batalla estaba servida. Vitolo ejerció de alma en la recuperación y allí el Mallorca terminó perdiendo su fuelle. Con Juan Domínguez desengrasando y Zdjelar conteniendo se ganó la guerra de la medular pero solo durante la mitad del partido. El resto del encuentro fue una debacle. 
También se debía controlar la capacidad de contraataque de dos futbolistas que mezclan de forma muy combustible. Secar la velocidad de Amath y la intuición de Lozano era prioridad. ¿Cómo hacerlo? El Mallorca no podía fallar en sus vigilancias. Se volvió a tropezar en la misma piedra.  Medio partido excelso y el resto tocando el ridículo. 
El inicio de la segunda parte fue una mezcla de escándalo y accidente. Un equipo de fútbol no puede venirse tan abajo por un gol en propia meta. Pep Lluis Martí, después del gol del empate, vio la debilidad y lógicamente lo aprovechó. 
Cada partido sin victoria es una losa irrecuperable y esta vez tampoco se consiguió. Se acercan las finales de verdad y, al menos, hay que demostrar mucha más fortaleza en todos los sentidos. Los partidos ya empiezan a no tener red y en juego está la Liga de Fútbol Profesional. Es decir, todo. 

19 febrero 2017

UNA DERROTA POR FALTA DE GOL


En fútbol jugar contra un rival superior no es sinónimo de derrota garantizada. Ni mucho menos. El Mallorca se presentó en Montilivi con la obligación de encontrar fisuras en un adversario muy seguro de sus posibilidades. Sus credenciales eran inmaculadas. Nadie había tumbado al Girona en su feudo y, además, sus últimos seis partidos fueron victoria local. 
Javier Olaizola tenía que tomar muchas decisiones, acertar y contar con la colaboración imprescindible de sus futbolistas. Fallar en algo era perder. Durante los primeros cuarenta y cinco minutos se acertó en todo menos en la suerte más importante. El gol. Solo la mala fortuna, o la falta de talento, impidieron que los rojos se fueran al descanso con ventaja en el marcador.
El técnico vasco tenía que neutralizar a tres jugadores por dentro siempre muy activos. Para igualar fuerzas metió a Zdjelar con Domínguez más la colaboración de Culio. Enrocó y dominó la medular hasta el descanso. 
La clave para atacar a los tres centrales plenipotenciarios del Girona estaba en meter balones sobre los laterales y obligarlos a desplazarse hasta allí. Abrir espacios entre ellos y destruir la unión que los convierte en graníticos. En esta ocasión para contraatacar era imprescindible forzar el robo de balón en espacios y situaciones ventajosas. El Mallorca lo hizo más en la primera parte pero en la segunda reculó más su posición. 
Portu representó la combustión para el Girona. Él marcó el cambio de ritmo y secarlo formaba parte de la estrategia defensiva roja. Se consiguió durante todo el partido. 
Los cambios de ambos entrenadores fueron ambiciosos. Girona y Mallorca se movieron para ganar pero los locales se llevaron la victoria. Un Culio muy desgastado forzó la expulsión y los mallorquines tuvieron que defender una jugada de estrategia, con marcaje zonal, desde la inferioridad. El adversario que ya había avisado a Cabrero, en una jugada anterior, puso el dedo en la llaga y marcó un gol que valió tres puntos. 
El Mallorca tiene que fijar el fútbol de la primera parte y seguir remando para conseguir el objetivo de mínimos. 

13 febrero 2017

EL BARCO NO ESTÁ HUNDIDO


Javier Olaizola avisó en la previa que debía ser ganar o ganar. Fue victoria. Se sumaron tres puntos capitales dominando el partido desde el primer minuto pero con complicaciones innecesarias durante la segunda parte. 
El Mallorca sigue caminando por la cornisa del descenso y cada minuto ya tiene una importancia absolutamente decisiva. Jugar contra un rival directo eleva la necesidad y la ansiedad, típica excusa del perdedor, puede atenazar y condicionar. Esta vez no fue así. Hubo superioridad durante los primeros cuarenta y cinco minutos para terminar con sufrimiento por la incertidumbre del resultado. 
Los mallorquines encreptiron el centro del campo con la presencia de Zdjelar y Juan Domínguez. Además contaron con la ayuda de un Culio que volvió a otorgar galones de intensidad. Aquí se empezó a gestar la victoria roja. 
El Rayo Vallecano se presentó con unos números similares al Mallorca. Solo cinco puntos como visitante aparentemente le otorgaban vitola de equipo débil. Nada más alejado de la realidad. Las estadísticas en fútbol son relativas y, en este caso concreto, no se ajustaban a la realidad. 
El equipo de Rubén Baraja contaba con muchos aspectos de desequilibrio. Puntos realmente fuertes pero con unas lagunas que lo convierten en vulnerable e irregular. 
La zurda de Aguirre dio la asistencia en los dos últimos goles rayistas y suturar sus incorporaciones por banda debía ser material sensible. Aquí Campabadal tuvo ciertos problemas de contención hasta que Rubén Baraja decidió incomprensiblemente su sustitución. Después el lateral hizo un partido correcto y consiguió doblegar a un Embarba que no sembró demasiada amenaza. 
El inicio de la segunda parte fue para temer lo peor. El Rayo dio un golpe de timón e intentó recuperar la medular. Lo consiguió a ratos y se acercó al marcador. Después el Mallorca volvió a recuperar galones y fue acreedor a una victoria que debe considerarse justa. 
Al final no se pudo ganar el goal average particular con un rival que puede ser directo a final de temporada. Los sables siguen en todo lo alto y la guerra durará hasta el final. 

06 febrero 2017

A LAS PUERTAS DEL INFIERNO


Ningún partido de fútbol es igual. Ni siquiera parecido. El Mallorca de la primera vuelta fue absolutamente superior. Barrió a su rival en todas las facetas del juego y solo la fortuna le impidió la victoria. 
Para este encuentro tan importante los dos se presentaron con roles muy diferentes pero con la necesidad imperiosa de ganar. Los azules necesitaban meter la cabeza entre los mejores y los rojos salir del pozo de la clasificación. Al final el equipo que jugó mejor sus bazas y enseñó menos sus vergüenzas defensivas conquistó los tres puntos en juego. 
Javier Olaizola vistió a los suyos bajo la directriz del 1-4-4-2. Lekic fue punta de lanza y tuvo que medir su envergadura con un Héctor Verdés que jamás rehuyó el cuerpo a cuerpo. El central salió victorioso hasta que jugó. 
Quizás la falta de velocidad, en el eje de la línea de cobertura carbayona, era la opción más inteligente para tener más opción de victoria. Brandon fue una alternativa que terminó algo desconectado de la zona de peligro. 
Fernando Hierro modificó aspectos de su juego. Cambió el sistema de nuevo para volver a la defensa de tres centrales y además metió la dinamita esperada en su línea de ataque. Toché tenía escrito la palabra gol en su frente. El nueve firmó el primer gol gracias a una jugada trenzada en el centro del campo que tuvo una falta de presión roja que tocó la grosería. 
Y Susaeta fue la otra gran amenaza azul. Se movió en una posición intermedia que fue un dolor de cabeza para Saúl. Hubo dudas sobre si seguir o quedar y el número siete lo aprovechó sobre todo en situaciones de contraataque. Sus acciones con pases, aunque fueron en cuentagotas, supusieron una pesadilla que no se suturó. 
Con empate en el marcador un equipo arriesgó a ganador y el otro especuló. El Oviedo retiró un central para meter a Linares y el Mallorca simplemente esperó. Después con derrota llegaron unos cambios que ya fueron totalmente estériles. 
La situación es delicada y la clasificación produce vértigo. El próximo partido, contra el Rayo Vallecano, tiene estatus de final y no se puede ni empatar