26 marzo 2017

LO INTENTARON HASTA EL FINAL


Jugar contra el Levante no representaba un partido más. Después de no encontrar la victoria en los últimos cinco enfrentamientos el margen para sumar derrota era inexistente. Si uno no gana a los débiles tiene que cumplir con los poderosos. Tampoco fue posible y solo se pudo sumar un punto. 
Fueron dos partes completamente diferentes con alternancia para cada equipo. Durante los primeros cuarenta y cinco minutos fue mejor el Levante pero el segundo periodo fue netamente rojo. 
El Mallorca se enfrentó a un gigante que solo había perdido cuatro partidos en toda la temporada. Una escuadra que cuenta con prácticamente dos futbolistas por posición. Difícil sí, pero en fútbol nada debe ser imposible. Encontrar los escasos puntos débiles debía formar de la estrategia roja. Hubo algunas ocasiones pero lamentablemente se desaprovecharon. 
Juan Ramón López Muñiz abre mucho a sus centrales para otorgar más amplitud con sus laterales y aquí los delanteros mallorquines, trabajando bien y sincronizando con sus medios, podían encontrar algún espacio ganador. Este tipo de acciones no se produjeron y se desperdició una buena opción. 
Morales campó a sus anchas por el terreno de juego. Afiló su cuchillo y simplemente destrozó el perfil derecho rojo. No hubo ayudas. La decisión fue cambiar al lateral y, eso, unido a la superioridad numérica ayudó a voltear la tendencia del partido. 
Los diecisiete goles conquistados por el Levante desde el balón parado obligaban a defender con autoridad. Aquí hubo aplicación y eficacia. Este tipo de acciones se resolvieron con bastante facilidad. 
La táctica fija ofensiva debía ser el otro punto de anclaje para cimentar victoria. Hasta nueve goles encajados, tres en saques de esquina, abrían una brecha interesante. La escasa protección en el segundo palo podía otorgar algún rédito. Y el Mallorca aquí consiguió el gol que supuso rescatar un punto merecido. 
Los futbolistas de Olaizola deben aprender la lección. Ganar a cualquiera es posible y aplicarse, de aquí hasta el final, debe ser una obligación. Hay tiempo y espacio para evitar que la temporada sea catastrófica

19 marzo 2017

LA ALARMA YA ES INMINENTE

 
Dos trayectorias muy diferentes chocaron en un partido con poca alternancia en el juego. La precaución fue más elevada que el riesgo y así salió un partido insulso. Típico fútbol de Segunda División con una nueva derrota que enciende todas las alarmas. 
Javier Olaizola asumió directrices de fútbol directo con Yuste en el centro del campo. El número veintitrés se colocó entre centrales para iniciar y así lanzar a los laterales. Esta ventaja táctica se hubiera podido aprovechar más. Solo se hizo en cuentagotas. 
Anquela ha conseguido que su equipo haga fortaleza de su debilidad. Riesgo cero en la iniciación con puntos de desequilibrio a partir de tres cuartos de campo. Vadillo, volcánico en ataque pero cándido en defensa, deambuló por el perfil zurdo hasta que se lesionó. Fue un problema menos para controlar pero esto no bastó ni siquiera para empatar. 
La dinámica de Samu Sainz era una amenaza a sujetar. Pocos jugadores de la Segunda División tendrían posibilidades de éxito en categoría superior y el número catorce podría ser uno de ellos. Todas las operaciones ofensivas del Huesca pasaron por su cabeza. Estaba anunciado y el Mallorca lo desactivó con alguna dificultad. 
Sujetar a Borja Lázaro no representaba una misión excesivamente complicada para las características de los centrales mallorquines. Casi siempre fueron desmarques al primer palo y descargas para esperar la colaboración de algún compañero. Aquí Ansotegi, junto con Raíllo, se protegieron. 
Es necesario reflexionar sobre el problema en la finalización. El Mallorca inició el partido con dos delanteros centros y lo terminó con dos futbolistas de características muy diferentes. El gol llegó gracias a un acto de fe de Moutinho. Después del empate el Huesca arriesgó a ganador y los mallorquines regalaron dos ocasiones a su rival. Una fue atajada por Cabrero y la otra significó la derrota. 
Respirar era necesidad y el Mallorca no cumplió con su obligación. Se volvió a perder un partido que no se podía ni empatar. Esta derrota escuece de verdad. Fue en el último minuto y puede dinamitar la confianza de un equipo que está obligado a conseguir su objetivo de mínimos. El fracaso ya es de proporciones enormes pero es imprescindible salvar la categoría que representa la LFP.  

12 marzo 2017

LOS EMPATES NO BASTARÁN



Un triunfo en los últimos ocho partidos obligaba a victoria. El Mallorca jugó un encuentro sin red en el que tenía que ganar a cualquier precio. Solo se sumó un empate que resulta insuficiente para un equipo que empieza a sentir la agonía de la clasificación. 
Para esta batalla Javier Olaizola tenía que escoger muy bien sus bazas tácticas. Era sacrificar algunas parcelas para poder ganar la guerra. Disputar el partido era factible pero jugar para arrebatar la posesión del balón era una lucha estéril y, además, inútil. El Lugo lentificó su juego para favorecer el control del esférico y así maniobrar en ataque. Los locales le hicieron una primera parte demasiado cómoda. 
Los tres centrales fueron más una condena que un acierto. El Mallorca no cuenta con centrocampistas de la talla creativa de Carlos Pita y Fernando Seoane. Pero la gran baza del rival también podía convertirse en su talón de Aquiles. Solo fue así a medias.
Cambios de ritmo sobre el eje y balones a la espalda de los medios centros han sido, durante muchos partidos, veneno para el equipo gallego. Los rojos no lo entendieron así y fueron más con la mirada que con las piernas. También es cierto que todo mejoró en la segunda parte.
Se cambió el sistema utilizando más presión en la medular y el equipo se hizo acreedor del gol. Los mallorquines colocaron a Yuste por delante, Lekic en la amenaza y una banda derecha con Brandon y Lago para amenazar. Consiguieron empatar poniendo corazón y volteando la tendencia de un partido que hubiera podido tener cualquier resultado. 
El gol sigue siendo el gran problema a solventar. El final del partido fue rojo pero sería injusto olvidarse de las dos ocasiones del rival al principio de la segunda parte. Toca crecer más y además hay que hacerlo rápido. 
La clasificación nunca engaña. Los equipos que luchan por salvar la categoría tienen un fútbol mucho más precario que aquellos que juegan por ascender. Muchas cosas se han hecho mal y reconocerlo debe ser el primer paso para avanzar de forma más correcta y segura. 

06 marzo 2017

LA SALVACIÓN ES POSIBLE


Era un partido de más de tres puntos por razones obvias. Rival directo, el "goal average" en juego y la necesidad imperiosa de no perder bajo ningún concepto anunciaban un encuentro lleno, como mínimo, de intensidad competitiva. Fue una disputa lenta, pastosa y algo aburrida. Y el castigo, además del juego, fue un empate. 
Javier Olaizola reforzó la presencia de futbolistas en el centro de la zaga. Tres centrales que blindaron el eje y dieron nulas opciones tanto a Jona como a Iban Salvador.  El posicionamiento de 1-5-3-2 tuvo buenas prestaciones defensivas pero en la segunda parte, durante demasiados minutos, se renunció al contraataque y eso se pagó. 
La baza ofensiva pasó por colocar a Brandon y cercenar con la velocidad de Lago Junior. Morillas es un central al uso, que también evoluciona de lateral,  pero con problemas de velocidad. Allí debía aparecer cierta posibilidad de victoria.  Pero curiosamente fue en la estrategia. Raíllo venció en su lucha por un remate que llevó el sello del gol. A partir de aquí UCAM bajó y el Mallorca creció. 
Francisco Rodríguez tiró sobre La Condomina su juego esperado. Ese 1442 que tan aceptables resultados le han dado. Juande se colocó en la zona ancha y allí trabajó con un Tito que se vio superado hasta que fue sustituido. 
Iban Salvador es futbolista efervescente pero su picaresca no apareció para condicionar el juego de centrales. Jona es un rematador que tenía que examinar a los centrales rojos y los mallorquines casi siempre salieron victoriosos. 
Basha se terminó moviendo allí donde le gusta más. Fue por dentro y ayudó a girar la tendencia del encuentro. El UCAM fue ligeramente superior en la segunda parte y terminó empatando gracias a un penalti que no existió. 
El clasificación ya tiene proporción de alarma inminente. Así y todo este grupo tiene capacidad de sobra para salvar la papeleta. Técnico y, sobre todo, jugadores deben mostrar personalidad para poder cumplir con un objetivo que es de mínimos. Salvar la Segunda División es una obligación para este Club centenario. Muchos quedarán marcados por la historia si la debacle, impensable a principio de temporada, se llega a consumar.