La Segunda División es larga,
dura y muy igualada. Diez equipos, quizás más, parten con la ilusión de meterse
en la pomada del ascenso. Y ser favorito, en fútbol, es otro inconveniente más. Aceptarlo con naturalidad,
sin que afecte al rendimiento, será otro objetivo más para los rojos. Todos los
rivales sacarán sus uñas para intentar derrotar al coloso y el Mallorca tendrá
la obligación de superar tal circunstancia.
Iniciar bien el campeonato no es
sinónimo de éxito y perder puntos, en los primeros enfrentamientos, tampoco
significará asegurar el fracaso. En todos los estamentos del club la tranquilidad debe imponerse a la
precipitación.
Ya dentro de la competición
conviene recordar que en esta categoría también se juega bien al fútbol. Es
más, para ascender se tendrá que jugar un fútbol lleno de criterio.
Los tres que se lleven el premio
del ascenso serán eficaces atacando y herméticos defendiendo.
El Mallorca, para competir
dentro de esta categoría, tiene una plantilla llena de talento pero corta de
efectivos. Jugadores como Alfaro, Víctor, Martí o Nunes tendrán que dar un paso
al frente. Pero además será necesario contar con los recambios suficientes para
todas las líneas. Nuevas altas son obligación. Fortificar la retaguardia y
oxigenar el centro del campo se antoja como una necesidad. La erosión de la
propia competición no puede sesgar la posibilidad de éxito.
En cualquier caso para este
primer envite, en la Nova Creu Alta, no hay excusa posible. Vencer, convenciendo
en el juego, es casi una obligación. Muchos seguidores mirarán con lupa y aquí
no cabe la excusa de un plantel excesivamente corto.
Empiezan las hostilidades y, al
final, sólo tres conseguirán salvar la trampa de la Segunda División. ¿Será el
Mallorca uno de ellos?
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