El
Mallorca tuvo que afrontar el abismo
contra un rival ya descendido que curiosamente había perdido menos partidos que
los mallorquines. Esta situación, ganada absolutamente a pulso, no tenía que
condicionar el desarrollo del juego. Era ganar
y no buscar ninguna excusa en el camino.
Incomprensiblemente,
durante la primera parte, los mallorquines jugaron
a la ruleta rusa. Un intercambio de golpes con más desorden que otra cosa. Esperar
un Mirandés relajado hubiera sido un error. En fútbol nadie regala nada y el equipo de Miranda de Ebro
lógicamente no lo hizo. Así debía ser y así fue. El equipo local jugó su partido y se aprovechó de los
regalos de una primera parte absolutamente negra.
Sergi Barjuan tomó sus
decisiones. El margen de maniobra de cara a gol siempre es limitado. El Mallorca no puede escapar de las propias
limitaciones marcadas por la capacidad real. Y aquí los rojos cuentan con
la munición justa. Descartado Lekic por las afirmaciones de su entrenador los rojos se apuntaron a la anarquía
táctica.
El
desarrollo del juego en el centro del campo estuvo absolutamente enquistado.
Demasiado desorden con conducciones excesivas. Yuste se perdió, Culio se
desdibujó mientras que Alex Vallejo
y Sasa se desgastaban corriendo sin
orden ni sentido.
La segunda parte tuvo
cierto repunte, mezclado con más orden,
pero ya fue del todo inútil. Que el central
termine jugando de delantero y lo haga mejor es un resumen de la situación
de este equipo.
Una
categoría tan larga como la Segunda
División asegura justicia competitiva. Nada es por casualidad. Los equipos
son víctimas de la gestión realizada y las excusas,
vacías y nada creíbles, son para los
perdedores. El descenso del Mallorca
es absolutamente justo. Adecuado a los errores que se han cometido durante
la planificación y ejecución de una temporada que será tristemente histórica.
Esta
propiedad será recordada por haber perdido, después de treinta y seis años, la élite para la institución. Con
el tiempo quizás puedan arreglarlo pero ahora el golpe es durísimo. Parece imposible hacerlo peor. La lista
de errores es tan larga que produce vergüenza ajena. Ahora se abre un futuro
incierto y lleno de dudas. El Mallorca tendrá que replanteárselo todo y la
propiedad debería entonar un mea culpa
lleno de sinceridad.