Para este
tipo de partidos no suman ni las estadísticas ni los presupuestos. En cada cita
con el adversario todos los futbolistas tienen que pasar la prueba de la
actitud. Sin ella, es casi imposible encontrar la victoria. Las necesidades
aprietan tanto que es, tan imprescindible como necesario, ser muy intenso.
Talento, equilibrio, eficacia y actitud. Sin estos cuatro condicionantes los
problemas siempre terminan por aparecer. Y durante la primera parte
prácticamente no hubo opción. Ellos fueron simplemente mejores y, lo más
preocupante, mucho más intensos.
Inicialmente
Lluís Carreras lo intentó tocando cosas en su elección. Los cincuenta y dos
goles encajados siempre ponen la lupa sobre toda la línea de cobertura. Pero
defender depende de todo el conjunto. La experiencia de Antonio López volvió a
la zaga, Agus con Ximo sobre el eje y N'Sue buscó solvencia sobre el perfil
derecho. Muchos problemas asestaron la portería defendida por Miño que se
convirtió en el mejor de los rojos durante los primeros cuarenta y cinco
minutos. Alex Moreno y Marco Asensio giraron su posición buscando la banda
natural para intentar asistir a la pareja de delanteros. No fueron eficaces ni
desde su posición ni desde la banda contraria.
Dos
delanteros para poner el dedo sobre la herida del contrario. Hemed y Gerard
tenían que buscar los espacios que Jarosik y Samuel suelen dejar a su espalda.
Pero se encontraron demasiado aislados y poco participativos. Y Gerard al verse
tan lejos del juego se acercó a él retrasando su posición.
Por su parte
el Deportivo Alavés optimizó todo su potencial. Sobre Mendizorroza pusieron
todo el esfuerzo posible para desnivelar la teórica superioridad roja. Eso, y
la amenaza de Borja Viguera. Los veintidós goles del delantero no son
casualidad, son consecuencia. Él asume la responsabilidad de encontrar red y lo
hace en el transcurso del juego y de la estrategia.
Ya durante la
segunda parte hubo cierta mejoría en todos los apartados del juego pero
conviene no olvidar que el mejor futbolista del Mallorca jugó de portero. Rubén
Miño mantuvo a los rojos durante muchos minutos y su actuación personal fue
realmente buena.
Por desgracia los
últimos partidos tendrán una emoción añadida ya que cada punto puede significar
la diferencia entre seguir jugando en Segunda División o bajar al auténtico
pozo de la Segunda División B.