24 abril 2017

LA CAJA DE PANDORA


El Mallorca saltó al césped de Son Moix hundido en la clasificación y colocado a ocho puntos de la salvación. El margen no existía y solo valía la victoria. Solo se empató y así la opción de la salvación prácticamente se difumina.   

Siete derrotas consecutivas como visitante abrían el tarro de las posibilidades para el Mallorca. Atacar, sin piedad, la zona de medios del contrario era una obligación táctica absoluta. Aquí el Córdoba cuenta con futbolistas que, en ocasiones, son transparentes en defensa. Javi Lara y Aguza tienen verdaderos problemas de gestión sin balón. Pero con él crecen y pueden ser peligrosos. 

Sergi Barjuan decidió llenar el centro del campo. Allí colocó a Sasa con Alex Vallejo más el trabajo de Culio. El ritmo escogido fue lento y esto favoreció al rival. 

El partido empezó de la mejor manera posible. Gol de Lago Junior que sirvió para retrasar posiciones y dar alternativa al rival. 

La dinamita del Córdoba fue relativa. Solo en cuentagotas y, además, bastante previsible. Los pases largos de Kieszek, las llegadas potentes de Markovic, alguna acción seleccionada de Pedro Ríos y la referencia de Rodri. Esto, unido a la estrategia de Javi Lara, era el arsenal a neutralizar. Solo se hizo a medias.   

La referencia ofensiva se dejó sobre las botas de un Lago Junior que empezó luchador moviéndose al espacio. Pero con los minutos terminó marginado y aislado. En la segunda parte quedó más escorado 

Oriol aprobó con su par y aprovechó su carril paran lanzar algún ataque. Campabadal tuvo algún problema de contención. Galán, con alguna incorporación de Bittolo, fueron suficientes para amenazar

Solo cabe destacar el empuje final. Se tocó diana y los rojos se acercaron a un gol que objetivamente merecieron. Todo fue inútil y hubo un empate que resulta totalmente insuficiente. 

Todos los males del fútbol parecen adscritos a un club que está en combustión permanente. El Mallorca es la mismísima caja de Pandora. Todo lo que está dentro termina destruido. 

Los resultados son fruto de la gestión realizada. La situación no es atribuible a la mala suerte. Todo se ha ganado a pulso en una temporada, que aunque tenga milagro final, será absolutamente nefasta. Porque el descenso ya sería más que catastrófico


17 abril 2017

EN MANOS DE LOS DEMÁS

Jugar el último de la jornada, en estas circunstancias clasificatorias, todavía añadía menos margen para la especulación. El Mallorca saltó al césped de La Romareda con la necesidad de llegar hasta los treinta y cinco puntos. Sumar no era suficiente. Había que ganar. Y por enésima vez se volvió a desaprovechar la oportunidad. Se firmó una nueva derrota que deja a los mallorquines en manos de los demás. Ni juegan, ni convencen y, además, pierden. 

Sergi Barjuan se encargó de anunciar que solo los futbolistas capaces de aguantar la presión tendrían la alternativa. Dejó en Palma a su mejor asistente. Moutinho ni viajó. Colocó a Santamaría bajo palos con una línea de cuatro zagueros por delante. En el eje se examinaron Yuste con Pleguezuelo. Durante la primera parte no pudieron sujetar ni al delantero rival ni las llegadas desde la medular. 

Alex Vallejo fue por delante de los centrales y allí ocupó su espacio de medio centro. Fueron tres contra tres. Y su problema llegó con el triángulo del contrario. Zapater sacó galones de jerarquía y, con la ayuda de Edu Bedia y Javi Ros, doblegó la medular hacia su costado. Sasa Zdjelar y Juan Culio se vieron absolutamente superados en el juego de posición. Después en la segunda parte la tendencia se giró pero fue del todo insuficiente. 

Con Manu Lanzarote sobre el terreno de juego era obligación evitar regalar acciones estratégicas absurdas. Durante el presente campeonato ha colocado cinco asistencias de gol. Por tanto su zurda era una amenaza más que anunciada. Lo volvió a ser. Sacó un córner cerrado y Ángel de cabeza marcó el gol que valió los tres puntos en litigio.  

Las decisiones de Sergi Barjuan tienen sus interrogantes. Pareció no tener un conocimiento propio exhaustivo y menos del rival. Dejar a sus mejores lanzadores de estrategia fuera del encuentro pareció un tanto extraño. ¿Por qué? 

Cualquier rival hubiera hecho sangre con el Zaragoza. Sus últimos veinte minutos fueron una sangría que se desaprovechó casi por completo. Poco fútbol con poca capacidad para finalizar las escasas jugadas que se crearon. Ahora mismo el Mallorca está en un túnel del que no encuentra la salida


09 abril 2017

BIENVENIDOS AL INFIERNO


El Mallorca estrenó entrenador en una situación absolutamente terminal. No había ni recorrido ni margen. Ganar o morir. Era un encuentro sin red en el que cualquier cosa podía pasar. Al final hubo sufrimiento, con muy escaso fútbol, y un empate más bien estéril. 

En este tipo de situaciones los mandatos tácticos deben ser mucho más flexibles. El tiempo dedicado al entrenamiento es mínimo y la recuperación mental debe ser el objetivo. Pero siempre es necesario iniciar con bocetos sencillos y de fácil asimilación.

Sergi Barjuan colocó una línea de cuatro zagueros protegiendo la portería con Santamaría. Su línea de presión fue media y a la espera. Demasiado a la espera. Salomao y Moutinho estuvieron demasiado pendientes de los laterales contrarios. Asumieron demasiado trabajo defensivo y ayudaron al Mallorca a caer en un embudo absurdo y casi demencial. 

En los partidos que se juegan sobre la cornisa hay que ser todavía, si cabe, más pulcro en el conocimiento exhaustivo del rival. El Nastic se aposentó sobre sus tres centrales para cerrar el eje y lanzó a sus dos laterales de largo recorrido. Y era aquí, sobre la espalda de Gerard Valentín, dónde se abría un oasis más que interesante. Durante toda la temporada el cincuenta por ciento de los goles encajados en jugada han llegado por ese perfil derecho. 

Los rojos tenían la obligación de aprovechar esa debilidad. Pero por aquí se limitaron a evolucionar sin ser incisivos. ¿Por qué no se lanzaron sobre la espalda del lateral contrario? ¿Fue desconocimiento o incapacidad? 

El Mallorca también tardó demasiado en romper a sus tres medios centros en la medular. Lo hizo sacando a Lekic y juntándolo con Brandon. Escaso fútbol dinámico y solo alguna aportación desde el balón parado. El resultado final fue justo y ajustado al escaso fútbol.  

El resultado no abre ni siquiera una estrecha vía de luz sobre el horizonte. Sigue estando más difícil todavía y la realidad anuncia un futuro negro. 


01 abril 2017

LA AGONIA INTERMINABLE


El Mallorca sumó una derrota que tiene tintes catastróficos. El margen ya es inexistente y las decisiones, propias o por mandato ajeno, parecen inevitables. 
Ambos equipos se presentaron al partido con la necesidad imperiosa de ganar pero con el peligro de conformarse con un empate maligno. La trayectoria de ambos no anunciaba un encuentro vistoso. Todo lo contrario. Ataques planos y llenos de dificultad para trenzar juego fue la carta de presentación. Más balones aéreos que juego ligado fue una condena para el espectador. 
El Mallorca tenía la obligación de aprovechar las bajas defensivas de su rival. Aquí ellos fueron con lo justo y los rojos intentaron la amenaza con Brandon y Lago Junior. Fue una incisión de mentira y sin profundidad. 
La estrategia podía ser el arma a utilizar. La batalla estaba servida y anunciada. Los mallorquines son el quinto mejor equipo de la categoría anotando pero el adversario suele defender con bastante eficacia. Solo cinco goles encajados, descontando los penaltis, desde el balón parado abrían escaso rédito. Los dos equipos se enrocaron defendiendo pero el gol fue para el conjunto amarillo. 
Los pupilos de Julio Velázquez suelen llegar al área contraria de forma muy directa o través de la estrategia. Yuste, desde la medular, tenía que neutralizar las prolongaciones de Pablo. Y eso al menos se hizo. 
El jugador que no se pudo sujetar fue Ivi. Sacó el bisturí y cortó el perfil derecho mallorquín. Pareció un jugador de superior categoría y, además, contó con la ventaja de jugar continuamente un uno contra uno. La inexistencia de ayudas defensivas colaboraron a condenar al lateral derecho. 
Ganar en campo contrario nunca es sencillo y en Santo Domingo solo tres rivales lo consiguieron. El problema para el Mallorca es su situación en la tabla clasificatoria. Cuando uno ya se encuentra en posición de descenso solo las victorias te pueden sacar de allí. 
Demasiado poco se hizo para empatar y menos para ganar. La situación es insostenible y recapacitar sobre las posibilidades propias es obligación. En ocasiones un paso atrás dignifica la estima hacia un club. ¿Qué hará Javier Olaizola?