Haber
ganado el doble de puntos que su rival, en los últimos cinco encuentros,
otorgaba vitola de favorito a los rojos.
Pero ganar dos partidos consecutivos en casa siempre es difícil. Y en esta
Segunda División, y con las circunstancias reinantes, todavía más complicación.
El
Mallorca terminó estabilizando a dos delanteros emitiendo diagonales para así
llegar más. La ruptura no fue un
problema. Todo lo contrario. Durante la primera parte hubo amplitud,
movilidad y profundidad pero faltó el
veneno en la finalización.
Lago Junior estuvo
altamente activo y mereció más. Brandon
trabajó a destajo y su movilidad ayudó en el trenzado de los ataques. Campabadal y Saúl realizaron apoyos y llegaron a zona alta pero su peligro se
diluyó. El número veintidós tuvo más llegada y su participación fue de lo mejor
del partido.
El
Numancia se presentó con bajas
importantes y de bastante calado.
Pero con un bagaje de solo una derrota en las ultimas cinco disputas como
visitante. Sin su arquitecto Julio Alvarez, sin la amenaza en la
referencia de Manu Del Moral, con Jairo fuera de toda posibilidad y
descontando la participación del central Carlos
Gutiérrez el rival debía ser menos rival. Así fue. Pero así y todo los rojos no pudieron marcar ningún gol
y además poco a poco fueron perdiendo el control del partido.
La estrategia en ataque
podía ser el arma a utilizar. El Numancia ha mostrado problemas
defensivos en córner, sobre todo en el segundo
palo, y aprovechar esta endeblez podía abrir una importante oportunidad.
Pero aquí los jugadores rojos no
llegaron. Tuvieron una lectura demasiado estática y por aquí no se pudo
desencallar el partido.
La
segunda parte fue un querer y no poder
de ninguna manera. Casi no había piernas
para empatar y era obligatorio ganar. No pudo ser. El equipo tiene el mal
endémico del gol y está enquistado hasta
la médula. Los mallorquines necesitan ganar
los dos partidos que quedan y además dependen
de los demás. ¿Se darán los dos condicionantes?