09 junio 2014
UN AÑO PARA RECORDAR
El Mallorca
ha cerrado una de las temporadas más oscuras de los últimos tiempos. Es un año
que no puede caer en balde roto. Recordar a sus responsables y anotarlos en el
cuaderno de bitácora de la entidad es una necesidad histórica. Revisar,
absolutamente todos los errores, e intentar que no se vuelvan a producir es un
acto de responsabilidad obligatorio.
Finalmente,
después de un año lleno de vicisitudes, se llegó a la última jornada del
campeonato luchando por evitar el descenso y gracias a otros resultados se
certificó la permanencia. Demasiados errores cometidos, por casi todos, han
colocado al Club al borde del abismo. Pero para analizar todo un año es
necesario alejarse en el tiempo y mirar con cierta perspectiva. Siempre es
complicado adaptarse a un descenso y esta institución ha sido un claro ejemplo
de ello. Las tres patas de poder sobre las que debe asentarse una sociedad
anónima deportiva, directiva, equipo y afición, se han visto quebradas y la
Institución ha perdido protagonismo y excelencia. La planta noble ha dejado de
ser noble. Las guerras de poder enturbiaron tanto el ambiente que se convirtió
en irrespirable. Declaraciones fuera de tono, ceses de entrenadores tocando el
esperpento y pulsos de protagonismo absurdos han dejado un poso de
ingobernabilidad más que evidente. Abajo, cerca del terreno de juego, los
futbolistas también han tenido más sombras que luces. Demasiados jugadores han
jugado por debajo de sus posibilidades de rendimiento y muchos ya han quedado
marcados para el futuro. La afición, los seguidores que son los únicos que se
rascan el bolsillo, llegaron a dar la espalda a la propiedad dejando clara su
postura de inconformidad.
En el marco
deportivo José Luis Oltra, sin ser la opción preferida por la propiedad, asumió
las riendas del presupuesto más elevado de toda la categoría. Y las sensaciones
iniciales, durante la pretemporada, fueron de cierta seguridad ante el objetivo
de ser campeón o subcampeón. Aún así, durante la concentración en Holanda, ya
se pudieron detectar problemas organizativos y de gestión de recursos. Altas,
bajas y futbolistas que al final de la competición han resultado importantes ni
siquiera estuvieron allí.
Pero la
competición es larga, igualada y, sobre todo, muy justa. Para los profesionales
del esférico no cabe la excusa del desorden de la propiedad. Los futbolistas no
podían eludir la responsabilidad y, en algunos partidos hasta reconocido por
ellos mismos, hubo falta de actitud. Y en fútbol esta situación siempre es
totalmente imperdonable. Los malllorquines iniciaron el descalabro en su primer
partido de Liga. El Sabadell fue una bofetada de realidad que mostró las
costuras de un equipo que no tenía las agallas suficientes para alcanzar un
objetivo tan magnífico como el ascenso a la Primera División. Llegó la
porosidad defensiva encajando una cantidad de goles totalmente exagerada. El
propio Oltra cambió el estilo jerárquico de posesión por el intento de presión
seguido de contraataque. Y tampoco se encontró la eficacia deseada. Pasaron las
jornadas y conseguir tres victorias consecutivas se convirtió en una auténtica
quimera. De hecho, después de cuarenta y dos partidos, nunca se han alcanzado
los nueve puntos de nueve posibles.
Ante el
aparente bloqueo competitivo del equipo hubo una vuelta de tuerca más. Cesar a
un entrenador es un trabajo aparentemente sencillo pero en el Mallorca se
convirtió en un auténtico circo. Aquella imagen pasará a la posteridad como
mala gestión y esperpento ejecutivo. Al final se consumó el cambio de
entrenador y llegó Lluís Carreras como nuevo inquilino del banquillo de Son
Moix. Su aval como entrenador rojo no pasará a la historia. Llegó mal, gestionó
con dudas y el equipo cogió un trayectoria tan negativa como peligrosa. Los
resultados enseñaron el camino del descenso y, lo peor de todo, perdió la
estima de un vestuario que no creía en su trabajo.
Con todos
estos problemas, y a las puertas del infierno, el tándem formado por Javier
Olaizola y Pep Alomar llegó al rescate. Un cóctel de sabiduría y experiencia en
el mundo de la preparación física mezclado con el carácter ganador del jugador
vasco. Su promesa, siete puntos de
nueve, tampoco se alcanzó. Y aunque hubo cierta mejoría, en movimientos de
presión y actitud defensiva, la porosidad no llegó a desaparecer del todo. El
último empate en Córdoba, unido a los resultados de sus rivales, salvó a un
equipo que se jugaba más que una categoría.
Ahora, con la
temporada finiquitada, se tiene que encarar el problema de la propiedad y
buscar la solución. Un club de fútbol, en su administración deportiva, tiene
que ser rápido, ágil y, en ciertas ocasiones, muy silencioso. Y para que la
gestión pueda ser totalmente eficaz, la propiedad, debe ser fuerte, con
capacidad de decisión y, sobre todo, ejecución. El Mallorca está en un momento
crucial para su futuro y no puede permitirse otro año como éste. Ha llegado el
momento de buscar la eficacia desde arriba y que, poco a poco, llegue hasta el
último empleado de un club que tiene su centenario muy próximo.
08 junio 2014
SALVADOS POR LA CAMPANA
El Mallorca
he recorrido una temporada negra; casi nefasta. Sólo la permanencia,
conquistada en la última jornada, ni puede ni debe esconder un fracaso
mayúsculo. El partido tenía rango de final absoluta sin margen para el error.
Con todos los ases sobre el tapete no quedaba espacio para la especulación y
los mallorquines debían jugar a ganador. Y sólo pudieron empatar gracias a un
buen partido de Dudu Aouate. El Mallorca saltó al Arcángel sabiendo que la
victoria le daba la permanencia y, al menos, el compromiso se daba por asumido.
El partido fue de idas y venidas. Casi imposible hacerse con el control del
partido por parte de ninguno de los dos equipos. Pero el Mallorca tuvo, sólo
durante los primeros cuarenta y cinco minutos, mejor fútbol y alguna clara ocasión
de gol.
Inicialmente
Javier Olaizola y Pep Alomar decidieron su once apostando a la experiencia.
Aouate volvió a situarse bajo palos y terminó siendo el mejor futbolista rojo.
Los centrales designados fueron Bigas y Agus que supieron detener el juego de
la media punta Uli Dávila. En el centro del campo repitió Pep Lluis Martí que
volvió a tirar de galones para poner su experiencia al servicio del conjunto.
Alfaro fue por dentro mientras Brandon y Alex Moreno se repartieron el juego
exterior. Hemed, centrado y con la ayuda de Alfaro, condicionó a los centrales
contrarios jugando un partido más que decente.
Albert Ferrer
se la jugó con la alineación esperada. Gunino y Pinillos, laterales ofensivos,
también muestran flaquezas defensivas y aquí el Mallorca debía apostar a
ganador. Fran Cruz y Iago Bouzón fueron el eje pero estuvieron expuestos. Pero
su jugador clave, durante este partido y toda la temporada, llevaba el número
veintitrés. Abel Gómez montó su hábitat natural en el centro del campo y desde
allí, sobre todo en estrategia, lanzó acciones de cierto peligro.
Ya durante la
segunda parte el Mallorca se vio totalmente incapaz de sumar los tres puntos y
terminó diluyéndose en un fútbol conformista y peligroso. Al final los
resultados acompañaron y el año que viene se volverá a jugar en Segunda
División. A partir de ahora muchas cosas deberán cambiar y la escoba, para
limpiar lastres que restan más que suman, es totalmente imprescindible.
07 junio 2014
01 junio 2014
HABRÁ QUE REMAR HASTA EL FINAL
Las
circunstancias quisieron que dos escuadras, una medio cumpliendo objetivos y la
otra casi destruida por la anarquía, compitiesen por tres puntos con vitola de
trascendentales. Los canarios llegaron al partido con tres victorias en los
últimos ocho encuentros y el cambio de entrenador. Por su parte los
mallorquines se presentaron sin ningún margen de error y con la Segunda
División B en el horizonte. Con estos ingredientes la tensión se preveía
asegurada e inminente. Y el inicio del encuentro fue con ritmo y faltas para
marcar territorio.
Javier
Olaizola siguió firme en su apuesta por la experiencia. Aouate volvió a
situarse bajo palos para ver por delante a Bigas y Ximo en los laterales, Nunes
con Agus se situaron en el centro de la defensa. La falta de velocidad en el
eje hubiera podido ser condena pero una lesión desplazó a Bigas al centro, con
Kevin en el flanco, y hubo eficacia. En defensa hubo más aciertos que errores y
la eficacia se impuso al desorden. Pep Lluís Martí y Thomas se pusieron a cocinar
en la zona ancha del terreno de juego teniendo tres medias puntas por delante.
Pero el número diecinueve merece una mención especial. El capitán puso orden,
criterio de juego y aportó el equilibrio necesario para salvar un partido más
que complicado. N'Sue y Alex fueron por fuera mientras Alfaro buscó su
oportunidad cerca de posiciones más centradas.
Por su parte
Josico cogió un equipo que, hasta la fecha, intentaba dominar el juego a través
de la conservación del balón. Pero para
esta final cambió el sistema y situó a Javi Castellano y Apoño para poner toda
la tiza posible en la medular y lanzó a sus medias puntas contra la defensa
mallorquina. Pero escogió el camino que favoreció al Mallorca. Colocar a Momo
sobre la posición de Ximo fue un grifo de juego que el Mallorca supo
cerrar.
Cuando la
importancia del partido es tan elevada los jugadores determinantes, los líderes
en el aspecto psicológico, tienen que asumir el rol de protagonistas. Y en el
Mallorca apareció un Pep Lluís Martí que agarró la responsabilidad por las
orejas y ayudó a jugar a ganador. Ahora llega el último partido de la
competición y el Mallorca tendrá que trabajar y sufrir hasta el final.
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