Partido
exigente y, de nuevo, derrota dolorosa. Sí, la Liga es larga. Pero, ante
rivales de fuste, las dudas volvieron a comparecer. Cada vez que el Mallorca
mide sus fuerzas contra un rival que está instalado en la zona noble cae
derrotado. Zaragoza, Sporting y Murcia fueron preludio y el Recreativo también
fue sentencia. José Luis Oltra tuvo que
retocar su línea de vanguardia. Las bajas obligadas de Nunes y Agus obligaron.
Bigas y Geromel jugaron en el eje quedando escorados, sobre los laterales, Ximo
y Miguel García. Y éste último tuvo serios problemas, sobre todo en el segundo
tiempo, para sujetar a un Arana que dio un recital de controles orientados, con
desborde, que obligaron a Bigas a
bascular en exceso.
El Mallorca
ha modificado claramente su manera de jugar. Y eso es lícito. El problema fue
que durante demasiados minutos hubo conformismo posicional. Un posible empate
ni puede, ni debe, condicionar la intensidad en la presión y, mucho menos, la
salida en contraataque. Después de encajar el segundo gol vinieron las prisas.
Y éstas, en fútbol, nunca son buenas consejeras. Los mallorquines pasaron a línea de tres y
asumieron riesgo. Pasando lo que suele pasar en estos casos. El Recreativo
aprovechó espacios y dictó sentencia.
Una
contundencia mayor, ante este tipo de rivales, es de obligado cumplimiento. El
equilibrio entre defensa y ataque debe ser mayor. El inicio de la segunda parte
debe servir para la reflexión. Ceder tanta iniciativa al rival, sin opción de
contraataque para amenazar, es un suicidio futbolístico. Y el Mallorca tiene
herramientas más que suficientes para intimidar con su juego.
Ni el
resultado, ni el juego, deben modificar el objetivo. El ascenso directo sigue
siendo la meta final y, esta derrota, no debe modificar la perspectiva. Eso sí,
es necesario reflexionar sobre la poca contundencia mostrada ante los
"grandes" y cambiar esa tendencia.