Para asaltar
los dos primeras posiciones, objetivo del Real Mallorca, se tendrán que mejorar
muchos aspectos del juego. Apoyarse sólo en la fortuna es un mal concepto y los
mallorquines afrontaron, un partido ganable, con un juego poco consistente.
El fútbol es
presión y disfrutar de ella también forma parte del juego. Los rojos han
decidido, centrarse en el resultado inmediato, agobiándose por cada minuto de
partido. Conseguir, la máxima eficacia, sin sentir el peso del objetivo final
es una necesidad competitiva. Los futbolistas entraron regular al partido y,
además, poco a poco se volvieron a diluir. El partido no se puede olvidar. Ni
puede ni debe caer en saco roto. El contrario acorraló y terminó por encerrar a
un Mallorca que terminó jugando con uno más.
El juego
ofensivo que siempre deben atosigar, como mínimo utilizando el contraataque, al
adversario brilló por su ausencia. De hecho, las progresiones en el juego
fueron realmente pobres. Escasa movilidad de medias puntas y jugadores de
banda, poca amplitud efectiva y escasa profundidad de ataque. El resultado fue
un juego plano y fácil de neutralizar.
Los
futbolistas del Mallorca, juntó con su cuerpo técnico, deben valorar el juego
por encima del resultado. Jugando así al fútbol habrá más derrotas que
victorias. Los mallorquines deben tejer una estrategia de juego e intentar ser
eficaces con ella. Durante demasiados minutos la indolencia táctica se apodera
de demasiados jugadores y así será muy difícil superar rivales. El riesgo es
evidente ya que el mal juego nunca alarga las victorias y el Mallorca empieza a
correr el peligro de caer en tierra de nadie. Lo único positivo fue la victoria
y los tres puntos que acercan la segunda plaza a una distancia no demasiado
lejana.
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