Dos trayectorias muy diferentes chocaron en un partido con
poca alternancia en el juego. La precaución fue más elevada que el riesgo y así
salió un partido insulso. Típico fútbol
de Segunda División con una nueva derrota que enciende todas las alarmas.
Javier
Olaizola asumió directrices de fútbol directo con Yuste en el centro del campo. El número
veintitrés se colocó entre centrales para iniciar y así lanzar a los laterales.
Esta ventaja táctica se hubiera
podido aprovechar más. Solo se hizo en cuentagotas.
Anquela ha
conseguido que su equipo haga fortaleza de su debilidad. Riesgo cero en la
iniciación con puntos de desequilibrio a partir de tres cuartos de campo. Vadillo, volcánico en ataque pero
cándido en defensa, deambuló por el perfil zurdo hasta que se lesionó. Fue un problema menos para controlar pero
esto no bastó ni siquiera para empatar.
La dinámica de Samu
Sainz era una amenaza a sujetar. Pocos jugadores de la Segunda División
tendrían posibilidades de éxito en categoría superior y el número catorce
podría ser uno de ellos. Todas las
operaciones ofensivas del Huesca pasaron por su cabeza. Estaba anunciado y
el Mallorca lo desactivó con alguna dificultad.
Sujetar a Borja
Lázaro no representaba una misión excesivamente complicada para las
características de los centrales mallorquines. Casi siempre fueron desmarques
al primer palo y descargas para esperar la colaboración de algún compañero.
Aquí Ansotegi, junto con Raíllo, se
protegieron.
Es
necesario reflexionar sobre el problema en la finalización. El
Mallorca inició el partido con dos delanteros centros y lo terminó con dos
futbolistas de características muy diferentes. El gol llegó gracias a un acto de fe de Moutinho. Después del
empate el Huesca arriesgó a ganador y los mallorquines regalaron dos ocasiones a su rival. Una fue atajada por Cabrero y la otra significó la
derrota.
Respirar era necesidad y el Mallorca no cumplió con su obligación. Se volvió a perder un
partido que no se podía ni empatar. Esta derrota escuece de verdad. Fue en el
último minuto y puede dinamitar la
confianza de un equipo que está obligado a conseguir su objetivo de mínimos.
El fracaso ya es de proporciones enormes
pero es imprescindible salvar la categoría que representa la LFP.
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