El Mallorca planteó un partido serio en la contención, con tímidas salidas al contraataque y con la escasa pero casi única aportación de Arango en el tiro a la portería de Auate.
Hasta en 3 ocasiones lo intentó el venezolano, 2 en acciones a balón parado y un fuerte tiro con el empeine total de la pierna izquierda que paso rozando el larguero.
Llegó el la acción de Jordi al filo del descanso que marcó el resto del partido (penalti tan justo como absurdo).
Manzano apostó por cambios netamente ofensivos, dispuso a Victor y Jankovik como pareja de delanteros y retraso la posición de Ibagaza. Nunca dos cambios tan ofensivos se convirtieron en cambios tan defensivos.
Ibagaza retrasó su posición al medio centro, retrocedía a 40 0 50 metros de la porteria contraria y la conexión con los delanteros dejó de producirse. El Mallorca jugaba con dos delanteros y con dos bandas profundas pero nadie surtía de balones en perpendicular a la portería contraria.
Una ocasión maravillosa para observar como un cambio teoricamente ofensivo acaba ahogándote y demostrando que el número de delanteros que se disponen sobre el tapete no es directamente proporcional a las llegadas que generan ocasiones de gol.
Ibagaza fue la clave de un partido en el que nunca debió ser retrasada su posición
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