Cuando todos los estamentos de un club de fútbol marcan
el objetivo, con tanta nitidez, no hay espacio para la especulación. El
Mallorca no ha dudado en colgarse el cartel de favorito y su seguridad, al
hacerlo, debe responder a un buen trabajo de planificación y confección de
plantilla.
Lanzar al viento el objetivo de ascenso, sin las
herramientas necesarias, sería una irresponsabilidad difícil de comprender. En
fútbol demostrar es muy sencillo. Sumar victorias. Así de fácil. Un equipo, con
la necesidad de ascender, no tiene más remedio que ganar.
El Mallorca, en su primer partido de competición, no
cumplió con su obligación de victoria. Albert Ferrer jugó con el dibujo
esperado pero cambió futbolistas. Apostó al 1-4-2-3-1 con Aveldaño y Hennebole
sobre el eje defensivo. El centro de la zaga debía neutralizar, sobre todo, a
David Rodríguez.
El experto delantero es un especialista, sin necesidad de
desmarque, en remate desde dentro del área. No fue ni secado y ni neutralizado.
En el primer gol ejecutó su típica jugada de desmarque cuando el balón circular
por banda. El doble pivote estuvo representado por un Javi Ros que se mezcló
con Hector Yuste. No hubo ni exquisitez ni consistencia defensiva. En ambos
apartados el rival fue netamente superior.
En la parcela ofensiva hubo muy poca munición. Moutinho y
Company estuvieron más pendientes de ayudar a sus laterales que de buscar
sangre. Su posición se retrasó en exceso y las llegadas se vieron totalmente
afectadas. Fofo y Brandon no pudieron sumar ni un tiro entre los tres palos.
Por su parte Juan Ramón López Muñiz metió presión e
intensidad en la parcela más ancha del terreno de juego. Allí colocó a
Campaña y Toribio con la ayuda abnegada de los jugadores de banda.
Diagonales, de Oscar Plano y Pastrana, para favorecer subida de laterales con
presión asfixiante, sincronizada y ajustada. Suficiente para tumbar a un
Mallorca que tendrá que mejorar mucho.
Los cambios tampoco surtieron efecto. Arana, Pereira y
Acuña no tuvieron prácticamente opción. Fue el primer partido de Liga y todo el equipo necesita
tiempo para ensamblar su juego. Exigir la excelencia, tan inmediata, es tan
absurdo como imposible. Eso sí, un equipo con aspiraciones de ascenso tampoco
puede dormirse en los laureles.
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