El fútbol profesional siempre es resultado y el Mallorca
llegó a este partido con la obligación de, al menos, girar sus sensaciones. Y durante bastantes
minutos de la primera parte se consiguió. Cuidar cada detalle se hacía
imprescindible. Meter presión en el lugar adecuado y hacer un partido incómodo
para el rival era obligación.
Para ello había que tomar decisiones y Albert
Ferrer retocó su pizarra. La primera opción fue fortificar el centro del campo.
Metió a tres futbolistas con misiones diferentes pero muy complementarias. Restar espacio y tiempo a Jon Erice debía ser una de la
obligaciones tácticas de los rojos.
El futbolista navarro suele armar su pierna
izquierda para nutrir de pases largos a su equipo. Éstos son descarga, en el
juego de posesión, y alternancia en la conservación del balón. Abortar la
primera solución formaba parte de la supervivencia. Y la colocación del centro
del campo del Mallorca ayudó a tener cierto control de partido.
Sissoko pudo
alargar sus carreras de despliegue mientras Yuste, con Ros, mantuvo mucho
más orden que en otros partidos. Así y todo el número seis del Oviedo fue el
autor del pase letal en el gol del empate. Eso sí, a Wellenreuther le faltó
poso en el jugada. Su precipitación, unido a la flojedad de los centrales en el
repliegue, fue una condena que ayudó al rival.
Moutinho brilló con luz propia. Desde el perfil izquierdo
sembró y recogió. Tuvo profundidad pero también mezcló bastante bien jugando
hacia dentro y encontrándose con Sissoko. Fue, sin duda, la mejor arma ofensiva
del equipo mallorquín.
Curiosamente el peligro del rival llegó sobre el doble
lateral derecho. Campabadal y Company tuvieron alguna dificultad para cerrar su
perfil y el Oviedo martilleó con alguna insistencia.
Es de justicia reconocer que el Mallorca mejoró en casi
todos los aspectos del juego. Un ligero paso hacia delante que debe tener una
mayor progresión y continuidad. Al menos se compitió y las llegadas tuvieron
cierta sensación de peligro. Digno de mención es el último cuarto de hora de partido. Aquí sí que hubo una preocupante
inferioridad que debe ser motivo de reflexión.
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