03 enero 2016

EL GOL SIGUE CONDENANDO


En un equipo de fútbol lo más importante siempre termina siendo el propio juego. Conviene no olvidar que la competición nunca se detiene. La ampliación de capital, por importante que pueda llegar a ser, no se vistió de corto para disputar los tres puntos del Martínez Valero. Y el Mallorca terminó empatando un partido en el que, como siempre, se pagó con sangre la falta de gol. 
Los mallorquines saltaron al terreno de juego con Yuste y Damià liderando el centro del campo. Tuvieron cierto control hasta que encajaron. Después chocaron con el equilibrio personificado de Mandi. El número seis fue papel secante y superar sus ayudas defensivas, durante muchos minutos de la primera parte, fue casi imposible. Su lectura táctica es un privilegio para la Segunda División y el Mallorca solo pudo salvar esta posición tras el descanso. 
Brandon se colocó entre líneas y, desde allí, debía hacer brillar su talento. Faltó profundidad, ruptura y eficacia colectiva. En definitiva; veneno. Se generó bastante fútbol de ataque pero el gol solo terminó llegando gracias al adversario. 

Sergio León es, para algunos entrenadores de Segunda División, el mejor delantero de la categoría. Toda una prueba de fuego para los centrales rojos. Sujetarlo al espacio era pura necesidad. No lo consiguieron. El ariete volvió a sembrar amenaza y eficacia. Asustó y marcó. 
Es justo reconocer el trabajo en estrategia defensiva de los mallorquines. Fueron eficaces y resolutivos. La segunda parte fue una alternancia en todos los aspectos del juego. Se pudo ganar, o perder, pero al final se firmaron tablas. El resultado fue justo y ajustado al juego tirado por ambos equipos.

El Mallorca tiene los pies llenos de barro y necesita no perder la perspectiva de su realidad. Ganar ya es obligación. Todo está en peligro. La vorágine de la institución no debe ocultar la realidad de una competición dura, exigente y, de momento, esquiva. Los cambios en la entidad no suman puntos en el presente y el futuro está demasiado lejos. La reacción de los peloteros debe ser inmediata y ajustada a medida. ¿Será con Pepe Gálvez? 

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