El Mallorca firmó un partido absolutamente negro. Hubo
errores de todo tipo pero la falta de atención llegó, en ciertos momentos, a
rozar el escándalo. La lectura táctica también fue equivocada, durante casi
todo el partido, y la rectificación ya es urgente. La categoría peligra de
verdad y asumirlo es muy necesario.
Cuando el rival es técnicamente inferior casi es
obligación asumir el papel de protagonista. Intentar asumir el control del
partido con la posesión del balón no significa jugar bien. Eso es muy
interpretable. Pero meter la máxima concentración es imprescindible. La
Llagostera es un equipo lleno de limitaciones de todo tipo. Su clasificación es
fruto de la falta de soluciones en ataque y cierta laxitud defensiva. De alguna manera el Mallorca debía demostrar su superioridad teórica dentro del terreno de juego. Asumir la responsabilidad era necesario. No fue así. No se tiró de galones y, sobre todo, se enseñaron las vergüenzas durante casi todo el partido.
Fernando Vázquez optó aparentemente por un planteamiento
lleno de dudas por resolver. La sala de máquinas estuvo representada, nunca
liderada, por Damià y Yuste. Ambos tuvieron problemas para proteger el pase
largo del adversario. El primer gol llegó en una jugada con error táctico de medios
centros y pasividad de centrales.
La línea de vanguardia tuvo la presencia inicial de
Colunga y Acuña. Su inoperancia estuvo a la altura de sus compañeros. Solo la
velocidad de Lago Junior, durante algunos minutos, puede salvarse de la quema.
Él representó el único baluarte rescatable en ataque.
Oriol Alsina movió sus escasas piezas de forma previsible
y anunciada. Intentar amenazar sobre su juego exterior y condicionar con la
envergadura de Juanjo Expósito. Querol por la derecha y Natalio por la
izquierda fueron su munición. Este poco bagaje, unido a la falta de intensidad
y concentración defensiva roja, bastó para conquistar una victoria llena de
tronio y eficacia. Fue absolutamente justa y ajustada al juego.
El partido estuvo sometido a la falta de clarividencia
absoluta de los mallorquines. Fue hasta grosero. Y no solo fueron los goles
encajados. El Mallorca tiene que asumir públicamente su responsabilidad. La
afición vio el partido y reconocer los errores debe ser el punto de partida.
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