Después de mucho tiempo de espera era el momento para
ofrecer a la afición la posibilidad de ilusionarse. Solo fue empate y gracias a
una segunda parte tan frenética como
divertida. Fue un partido con mucha alternativa en el que pudo ocurrir
cualquier cosa. El adversario, que
llevaba sumados la friolera de quince puntos de los últimos dieciocho posibles,
puso galones y ofreció mucha
resistencia.
Dos
errores demasiado groseros fueron un regalo imposible de
desaprovechar por un contrario que estuvo letal. Regalar un saque de banda en finalización y dejar de ser contundente ante una progresión del joven Pozo se
convirtió en una condena que parecía definitiva.
Inicialmente Fernando
Vázquez optó por la velocidad Lago Junior y el pase de Moutinho sobre los
flancos. Brandon se movió como referencia y se desgastó con diferente
fortuna.
Juan
Domínguez lideró la salida de balón contando con la ayuda de Culio y Juan Rodríguez. Éste último estuvo bastante descentrado y fue, con
muy buen criterio, sustituido.
Es
necesario mencionar a una pareja que ha conseguido,
durante este primer tercio de campeonato, dominar el fútbol defensivo sobre la
última línea. Esta vez la pareja que forman Yuste y Raíllo no otorgó la seguridad de otros encuentros y tuvo más
porosidad de la deseable.
Los cambios del Mallorca surtieron el efecto deseado. Salomao puso balones con peligro y Lekic condicionó a los centrales
obligándoles a fijar en exceso su posición.
El
Sevilla Atlético se presentó con las bajas de Carrillo y Curro pero con la recuperación de Diego y Bernardo. Menos desparpajo en ataque pero con más
seguridad en retaguardia. Diego Martínez tiró de prudencia. Juntó a Fede
con Yan sobre su medular poniendo así más fortaleza pero sin renunciar a la
imaginación.
Las
diagonales de Ivi manejando su pierna derecha, desde el ala
izquierda, fueron una tortura muy difícil de suturar. Después de delantero
también sembró amenaza y
desasosiego.
La segunda parte fue de un ida y vuelta absolutamente
maravilloso para el espectador. Fue
divertido y cualquier resultado se pudo dar. Al final el empate debe
considerarse justo ya que la derrota
hubiera sido un castigo excesivo para ambos equipos.
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