Los dos equipos se presentaron al partido con problemas de
clasificación y con entrenadores en proceso de adaptación. El Mallorca tenía que soportar el peso de cuatro derrotas
consecutivas e iniciar con buenas sensaciones desde el minuto cero podía
ser clave. Pero no fue así. Los
mallorquines entraron con mucha dificultad al partido. Solo hasta el tramo
final del partido se consiguió conquistar los tres puntos en juego.
Javier
Olaizola necesitaba una victoria que refrendase su discurso. Tomó
decisiones ya desde la misma convocatoria. Oscar Díaz y Salomao ni se vistieron
y Saúl se colocó de titular. Pero en
fútbol solo los puntos ejercen de
bálsamo adecuado y el técnico vasco buscó una alienación con llegada pero
también con equilibrio.
Se asumió la baja de Brandon con Culio entre líneas y los
rojos perdieron el control del partido. El
partido cambió con la entrada en escena de Lekic. El delantero condicionó
fijando a los dos centrales contrarios dando espacio y tiempo a Lago Junior. Y sobre todo ayudó para
clarificar el uno contra uno de James.
Éste futbolista se convirtió en la mejor baza para taladrar el flanco derecho
del Mirandés.
Claudio
Barragán hizo la apuesta esperada. Solo el talento de Guarrotxena
podía sembrar cierto desasosiego. No lo hizo. Hubo control y neutralización.
La segunda parte fue casi un querer y no poder. El Mirandés renunció a todo y el Mallorca
trabajó para ganar. Dos goles de magnífica factura sentenciaron un partido
que siempre fue rojo. Lekic remató un
centro medido de Saúl y Lago Junior cerró el partido con una finalización
brillante.
Es justo y necesario ajustar esta victoria a la realidad. No había mejor rival posible que el
Mirandés. Un equipo que ha cambiado de estilo táctico y que ha mostrado
algunos problemas para acoplarse, a una línea de cuatro zagueros con tres
medios centros por delante, era el candidato perfecto. El Mallorca supo aprovechar su momento y conquistó una victoria
imprescindible para seguir caminando.
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