Hay enfrentamientos que ayudan a esclarecer las posibilidades reales de cada equipo y este partido, de perfil complicado, debía servir para examinar a los mallorquines. El resultado fue un choque lleno de demasiados errores en las dos áreas. El Mallorca fue ineficaz cerca de su portería y poco resolutivo ante Palop.
Gregorio Manzano utilizó su equipo habitual alimentando el trabajo de recuperación para así matar a la contra. Presión colectiva, solidaridad defensiva y ayudas generalizas debían convertirse en las señas de identidad de Mario Suárez y Pep Lluis Martí. Y durante muchos minutos del primer tiempo sucedió así.
Por su parte Manolo Jiménez hizo un planteamiento con una silueta algo conservadora. Intentó formar un tapón en la zona de medios para neutralizar la posibilidad de contraataque.
Con el mismo sistema, la misma estrategia y la misma actitud de juego daba la sensación que el partido se acabaría enrocando en el centro del campo. Pero las expulsiones obligaron a tomar decisiones que ayudaron a desnivelar el enfrentamiento. Mientras Jiménez se decantó por conservar su potencial en el juego exterior y almacenar músculo en el centro del campo Manzano desplazó a Borja a la izquierda. El faro en el juego ofensivo se perdió y la piscina entre el doble pivote y el juego de finalización se hizo insalvable. El Mallorca fue demasiado largo y llegó la vulnerabilidad.
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