El fútbol profesional es, ante todo y por encima de
cualquier cosa, rendimiento. Valeri Karpin no ha podido cumplir con los
objetivos fijados y su mensaje ha terminado por agotarse. Además el técnico
ruso ha tenido una gestión del grupo deficiente y muy cuestionable. La cohesión
grupal, desde afuera, ha parecido resquebrajarse. Demasiados futbolistas han
dejado de ser importantes y un entrenador también tiene la obligación de
mantener el espíritu competitivo de todos sus integrantes.
Sobre el terreno de juego ha habido alarmantes
deficiencias. La falta de intensidad, reconocida por futbolistas y entrenador,
en algún partido es imperdonable. El Mallorca de Karpin no ha demostrado
galones de juego en sus veinticuatro partidos de Liga. El doble pivote de contención
ha sido una elección que ha condicionado el estilo del fútbol elegido. Los
rojos no han sabido jugar de manera jerárquica, ante equipos inferiores, y se
han diluido ante conjuntos más poderosos.
No han sido un equipo reconocible desde ningún aspecto del juego.
Defensivamente muy poco consistentes y además muy previsibles en ataque. El
cenit del desastre se produjo en el partido jugado contra el Leganés. Ante un
equipo muy inferior el Mallorca ofreció un fútbol inconexo y lleno de falta de
intensidad defensiva. De hecho el adversario pareció de superior categoría y el
Mallorca jugó muchos minutos persiguiendo sombras. Y lo peor es la
reincidencia.
Tampoco se ha podido ver eficacia en estrategia. Cuando
el fútbol posicional se encalla el balón parado puede otorgar puntos y las
jugadas de laboratorio, en fase ofensiva, no han brillado. El Mallorca, en ataque, se ha visto completamente
dependiente de Marco Asensio. Era él o prácticamente nada más. Y para el
adversario esta manera de atacar ha sido cada vez más sencilla de neutralizar.
Tampoco el contraataque ha sido una opción. Las
características de los futbolistas alojados por delante de la línea de balón no
han marcado opciones de juego y las posibilidades se han reducido
alarmantemente.
En definitiva Valeri Karpin no ha encajado en el
Mallorca. Esto no significa que su potencial como entrenador sea deficiente
sino sencillamente que no se adaptó ni a sus jugadores ni a la categoría. Este
equipo tiene argumentos superiores a los demostrados y es una obligación, para
todos los integrantes de la plantilla, empezar a rendir más.
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