Hay instantes, durante una larga temporada, que ganar es
necesidad absoluta. El Mallorca necesitaba conquistar los tres puntos para
crecer en confianza y mejorar a través del entrenamiento táctico. El equipo
precisaba suturar algunas heridas de su juego y aumentar la paciencia de su
afición. Las sensaciones han sido tan opacas que un triunfo era casi
imprescindible. Al final solo se pudo firmar un triste empate. Y gracias.
Albert Ferrer, a la conclusión del nefasto encuentro de
Copa, abrió la posibilidad de un giró a su fútbol. La inseguridad mostrada en
la iniciación del juego y los continuos regalos al rival preveían un Mallorca
algo más pragmático. Asegurar la iniciación, sacrificando si es necesario un
poco la conversación, no es un pecado capital. Todo lo contrario.
El fútbol es
eficacia y encontrar la tecla que se ajuste al perfil propio debe ser el camino
correcto. En la sala de máquinas el perfil elegido fue de despliegue físico.
Sissoko se alió con Yuste para dominar el centro del campo. Hubo enroque y una
falta de intención preocupante.
El juego combinativo brilló por su ausencia y la capacidad de manejar el control del partido desapareció. Pereira tuvo que buscarse las habichuelas en solitario y así murió una primera parte tan plana como absurda.
Bajo palos volvió Wellenreuther y su actuación volvió a
destilar sobriedad y seguridad. Sus intervenciones fueron decisivas. El portero
alemán fue, sin lugar a dudas, el mejor futbolista de los rojos. El juego combinativo brilló por su ausencia y la capacidad de manejar el control del partido desapareció. Pereira tuvo que buscarse las habichuelas en solitario y así murió una primera parte tan plana como absurda.
El Numancia no sorprendió en su planteamiento. Arrasate protegió la espalda de su futbolista más valioso. Gaztañaga y Pedraza se fortificaron para que el talento del número diez pudiera destilar pases de calidad. Julio Álvarez manejó la estrategia y casi consiguió gol.
Los cambios no aportaron ni mejoría ni juego. Moutinho
buscó alguna diagonal de forma tímida y con poca convicción. Corominas estuvo
desaparecido durante demasiados minutos. Brandon tuvo muchas dificultades para
superar a los centrales contrarios y Acuña no encontró una buena zona de
influencia.
El gol empieza a ser un problema evidente en este equipo.
Para ascender es necesario tener un fútbol mucho más convincente y profundo.
Pasar los cincuenta goles, cifra mínima para soñar, parece ahora mismo una quimera
imposible.
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