Ganar, sin ningún tipo de excusa, era prioridad. Y no se
consiguió. El Mallorca tenía una prueba de fuego relativa. Su rival como
visitante no presentaba, a priori, una gran intimidación.
El Lugo tiene
capacidad para generar fútbol de posesión pero, como muchos equipos de Segunda
División, cuenta con verdaderos problemas para finalizar. Cuatro de sus cinco
victorias fueron por un exiguo uno a cero. Y alguna, como la de Girona, tirando
de cierta fortuna.
La estrategia de juego se antojaba esencial y determinante.
Para este partido había que salvar la mejor línea del adversario. El centro del
campo. Y aquí se abrían dos posibilidades de juego. Disputar la conservación
del balón o saltarse la medular para así tener el control del partido. Los
mallorquines optaron luchar por el esférico y, al menos, esta circunstancia del
juego también la empataron.
Albert Ferrer, durante la primera parte, volvió a jugar
con tres futbolistas por dentro dejando en liza de ataque a Corominas con la
ayuda de Pereira y Moutinho. Las ocasiones brillaron por su ausencia. Los dos
equipos mostraron todas sus debilidades ofensivas.
Con Jonathan Pereira escorado sobre su perfil izquierdo
el peligro ofensivo estaba más que anunciado. Campabadal fue el escogido para
neutralizar al número veintitrés. Fue eficaz y lo sujetó con acierto. Después
dio cuenta, con mucha diligencia, de Joselu.
Luis Milla dio galones de juego a Carlos Pita y Fernando
Seoane. Estos dos medios centros, acompañados de Sergio Marcos, se juntaron
para manejar posesiones de balón. A ratos lo consiguieron pero no fueron
eficaces por culpa de su línea de vanguardia.
Ya en la segunda parte hubo reacción motivada por los
cambios del entrenador. Bianchi se situó en la referencia y James fue revulsivo
por el ala izquierda. Llegaron los mejores minutos rojos que no bastaron para
sumar los tres puntos.
Salvar y mejorar el problema del gol ya es prioritario.
El Mallorca genera poco fútbol ofensivo. Sus llegadas además de ser previsibles
inquietan poco a los centrales contrarios y la referencia de Bianchi empieza a
tener un color más que preocupante. La necesidad de cambiar la dinámica es una
necesidad absoluta.
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