El Mallorca tuvo delante un equipo inflamado, por
circunstancias de vestuario, y no supo aprovecharlo. Incidir en la crisis del rival y hacerles
dudar, creando desconexión con la afición, parecía el plan adecuado. Aun así
había importantes inconvenientes a salvar. Estaba anunciado un Rayo Vallecano
intenso desde el minuto cero. Y aquí los mallorquines debían parar la embestida
inicial. Lo hicieron y consiguieron tener más control que su rival.
Fernando Vázquez pudo colocar su garantía de juego para
la posesión. Los tres "Juanes" volvieron a apoderarse del centro del
campo y las ocasiones llegaron. Domínguez, Rodríguez y Culio trenzaron pero los
rojos no consiguieron marcar de ninguna manera. Incluso se desaprovecharon
obsequios groseros que el rival regaló de forma incomprensible.
Campabadal
asumió el juego de Ebert mientras que Oriol sufrió las diagonales del zurdo
Aguirre. Aquí apareció cierta fragilidad y alguna posibilidad para el rival que
hubiera podido terminar en gol.
Por su parte Sandoval tomó decisiones arriesgadas. Dejó
fuera de la convocatoria a jugadores como Nacho, Embarba, Beltrán o Piti y
blindó el eje de su defensa con lo esperado. Puso a Trashorras con Zuculini
para taponar y, a la vez, lanzar pases desde la medular. Y el número diez rayista fue, sin ningún tipo
de duda, el jugador más eficiente de todos los que jugaron. Metió el pase de
gol y zanjó el encuentro.
El ataque rojo debía pasar la reválida del gol. La baja
definitiva de Colunga y la temporal de Lekic reducía, aún más, las
posibilidades tácticas en la finalización. Y el Mallorca ha acentuado
claramente su problema. Tantos minutos con sequía ya no son imputables a la
fortuna y sí, quizás, al talento en la definición. Además existe el peligro de
que esta falta de gol contagie el juego y se termine por perder el control del
balón.
Fernando Vázquez tiene ante sí un problema de difícil
solución. Un entrenador tiene que trabajar para cerrar fisuras defensivas y
otorgar muchas soluciones en ataque. Cuántas más mejor. Y el Mallorca ofrece
pocas dudas defensivas y crea situaciones de gol. Pero la pólvora aparece
mojada. Demasiado mojada. ¿Cambiará el entrenador su estrategia de juego? ¿Qué
se puede hacer desde el banquillo para mejorar la definición final en la última
acción?
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