El Mallorca, en Segunda División y en su propio feudo,
siempre tiene que asumir la presión de la victoria. Va con el escudo. Es
imposible modificar tal circunstancia. Jugar a ganador sin pensar, ni por un
instante, en el premio menor del empate es una obligación. Y los rojos salieron
dispuestos a finiquitar el partido por la vía rápida. Hubo intensidad en la
recuperación y amplitud con profundidad en el ataque. Jugaron bien y merecieron
ganar.
Era un partido muy diferente a los dos anteriores. Los
dos equipos habían presentado candidatura a la posesión del balón y la duda
estaba presente. ¿Quién se atrevería a asumir el esférico? Sin duda fue el
equipo local el que asumió galones. Incidir sobre el punto débil del rival
debía ser una de las consignas. En línea de retaguardia, en ocasiones, ha mostrado fragilidad después de pérdida. Esperar el momento oportuno se antojaba como la mejor opción. Fue así. Los mallorquines se lanzaron con ataques bien trenzados. Faltó lo más difícil del fútbol. El gol.
Un rival que es aspirante a todo y tiene talento
suficiente para ofrecer diferentes soluciones tácticas no es sencillo de
neutralizar. El Oviedo presentó potencial en los extremos. Diferentes pero con
veneno en su fase ofensiva. ¿Cómo sujetar él desequilibrio de Nando y los
pases de Susaeta ?
Fernando Vázquez, sobre la velocidad del número veintidós,
colocó a Campabadal. Cumplió y neutralizó. Por su parte Susaeta no es rápido pero sí capaz de
otorgar velocidad al juego, suministrar pases desde su flanco y es venero puro
a balón parado. Oriol tenía que evitar hacer faltas sobre su pareja de juego.
Lo consiguió y, además, lo neutralizó.
A medida que fueron pasando los minutos Culio fue
menguando y Lago Junior creciendo. Fernando Vázquez optó por cambiar el sistema
poniendo a Lekic y Brandon en liza con las bandas sobre Culio y Juan Rodríguez.
Jugando así también hubo superioridad pero con menos claridad.
Finalmente el gol no llegó y se escaparon dos puntos que
se debieron quedar en Palma. El juego debe llenar los tanques de la autoestima
pero la falta de definición empieza a ser una incógnita que parece difícil de
despejar.
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