Seguir por la senda de los buenos resultados nunca es sencillo. Aquí todo el mundo quiere ganar y todos tienen armas para hacerlo.
La Real Sociedad se presentó con alguna modificación táctica que pudo perjudicar los intereses mallorquines. Philippe Montanier decidió en su último partido, contra el Celta de Vigo, ampliar el radio de acción de Antoine Griezmann y el resultado fue muy prometedor. En Son Moix lo sentó y apostó a lo contrario. Colocó a tres medios centros para cerrar el partido y dominar la medular. Illarramendi, Bergara y Pardo se pusieron a trabajar para hacerse con el esférico y ganar situaciones para aprovechar la velocidad de otros jugadores. Xavi Prieto y Carlos Vela debían tumbar a los laterales mallorquines. Y no lo consiguieron. Antonio López y Ximo cerraron su parcela cumpliendo con su cometido y ayudando a no perder demasiadas situaciones por banda. Pero el partido no estuvo totalmente controlado. El número ocho guipuzcoano, Illarramendi, aprovechó una ligera ventaja táctica que obligó a realizar un trabajo extra a Márquez y Pina. La faena se tuvo que hacer a destajo pero la eficacia defensiva fue casi brillante. En ocasiones una desventaja táctica se puede voltear con sacrificio y esfuerzo. Este encuentro fue un claro ejemplo de ello.
En definitiva el plan Caparrós sigue dando sus frutos. Siete puntos de nueve posibles nos enseñan un Mallorca casi perfecto. La velocidad en los repliegues y la consistencia defensiva siguen dando victorias y puntos. Pedir más es casi imposible.
El Mallorca juega un fútbol que puede gustar más o menos pero es su fútbol. No hay ningún libro que diga que esta propuesta sea menos atractiva que otra. En este deporte se juega tal y como uno quiere y Joaquín Caparrós ha elegido un plan estratégico que, de momento, funciona. Los jugadores creen en la propuesta y la afición empieza a mirar con optimismo la clasificación. Ahora viene lo más difícil. Toca pasar la prueba del tiempo
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