Gregorio Manzano es, sin
ningún tipo de dudas, una elección de riesgo. Su contratación tiene aspectos
negativos pero también positivos. Y se hace necesario valorar los dos lados del
cuadrado; no sólo uno. Un entrenador de fútbol no exclusivamente dirige, y
representa a sus futbolistas, también es el máximo representante deportivo de
una institución que tiene miles de abonados y seguidores. Y aquí manifiesta
lagunas. El técnico de Bailén no ha sabido encontrar, hasta la fecha, una buena
simbiosis con toda la afición. No ha conectado con la manera de ser de todo el
mallorquinismo y produce un cierto rechazo que debe intentar corregir. La
situación extrema del Real Mallorca necesita una comunión casi perfecta, entre
masa social y equipo, que deberá ayudar a conseguir.
Repasado alguno de sus
peores avales, como entrenador del Mallorca, conviene recordar la suma de
garantías que pueden ser determinantes de aquí a final de temporada.
Conoce las características,
técnicas, tácticas, físicas y psicológicas, de
muchos jugadores que forman el plantel. Sabe de sus limitaciones y de
sus puntos más fuertes. Y todo ese conocimiento es tiempo ganado. Tiene un recetario
táctico distinto, ni mejor ni peor, al de Joaquín Caparrós y esta circunstancia
es casi fundamental para activar el rendimiento del conjunto. El Mallorca
necesita romper con el pasado de forma radical. Sin medias tintas. Manzano es
técnico de manejar ataques un poco más elaborados, contraataques con más
efectivos y repliegues no tan intensivos.
Ahora los refuerzos ya no son posibles, el cambio de entrenador es un hecho y el calendario será a cara de perro. Cada partido de aquí a final de
temporada tendrá un componente de final que el nuevo entrenador tendrá que saber
manejar en su justa medida. ¿Sabrá hacerlo?
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