El Mallorca, después de tres
jornadas nefastas, encaró un partido lleno de preguntas por responder. Y lo
hizo mejor. Hay momentos, durante una
temporada, de pura necesidad de victoria. El entorno y los futbolistas tuvieron
una sed de triunfo que ayudó a doblegar a un adversario que se presentó seguro
de sí mismo.
José Luis Oltra tomó sus
decisiones. Algunas obligadas y otras voluntarias. Miño se situó bajo palos.
Nunes y Bigas cerraron el eje gracias a un excelente partido del número
diecisiete. Thomas equilibró e Iñigo pasó a la distribución dejando las bandas
para N'Sue, que después pasó al lateral, y Alfaro. El marcaje zonal en
estrategia fue la elección y, de momento, surtió el efecto deseado.
Por su parte Miguel Álvarez mantuvo su
estrategia de combate. Hasta siete futbolistas titulares con más de treinta
años. Línea de retaguardia protegida,
presión en el centro del campo y velocidad, con desequilibrio, en finalización.
Pero en esta ocasión su pareja de centrales fue claramente torpedeada. La
movilidad, entre líneas, de Víctor y la referencia de Gerard fueron una gran
incomodidad. El número nueve se convirtió en el hombre de partido. Trabajó,
asistió y marcó por partida doble.
Al final llegó el gol del
Alcorcón y los nervios se presentaron al final del partido. El Mallorca debe
acostumbrarse a la batalla de la Segunda División y aclimatarse lo antes
posible. Ahora toca cambiar el chip y conectarse para el partido de Copa.
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