30 marzo 2015

UN EMPATE CON DEMASIADA OSCURIDAD


Los primeros cuarenta y cinco minutos fueron un paseo militar del Sabadell. Un equipo puede plantear, como estrategia de partido, repliegue intensivo con presión para recuperar y salir buscando el contraataque. El Mallorca, durante la primera parte, no jugó ni de forma seria ni aceptable. Se replegó y esperó sin presión. Las estadísticas también le fueron totalmente esquivas. El Mallorca no tenía ningún tipo de licencia en la Nova Creu Alta. Ganar intentando convencer. Así de fácil y, a la vez, difícil de ejecutar. 
Un entrenador debe demostrar galones de mando ante la adversidad y este partido era prueba de fuego. La falta de jugadores, en casi todas las posiciones, no puede esgrimirse como excusa. Miquel Soler asumió bajas. No le quedaba más remedio.
La primera decisión fue retrasar línea de presión para así proteger más el eje defensivo. Agus y Joao jugaron de centrales. En la sala de máquinas colocó hasta tres futbolistas. Yuste se juntó con Martí más Javi Ros. El tiempo que jugaron juntos simplemente naufragaron. Las ausencias de Pereira y Marco Asensio condicionaron la elección en el juego de desequilibrio. Arana fue por la izquierda mientras que Joselu se desplazó a la derecha. 
El Sabadell lanzó su propuesta con blindaje extra en la zona de medios. Mandiá colocó a Antonio Hidalgo con Eguaras y Ciércoles para reforzar la medular. Lo consiguió. Fortificado por dentro buscó los espacios por fuera. Collantes sembró amenaza desde el juego exterior y en las acciones de estrategia. Él fue uno de los encargados de sacar el balón parado. 
Durante la segunda parte el Mallorca cambió el sistema de juego. Fue con 1-4-4-2 y al menos disputó el partido. Las estadísticas se igualaron y llegó un remate al palo, en un córner, del central Agus. Ya en la última jugada Cendrós pudo empatar un partido en el que solo se compitió durante los segundos cuarenta y cinco minutos. 
En Segunda División no ha espacio para la especulación defensiva y los futbolistas rojos tienen que asumirlo en su juego de presión. Después de dos derrotas consecutivas se hacía necesario un resultado que no abriese el cajón del miedo y al menos se sumó un punto. 

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