En fútbol las derrotas exageran el mal juego y minimizan
cualquier sensación positiva. Mientras que las victorias producen el efecto
contrario. Pero la continuidad en los buenos, o malos resultados, no miente
sobre la eficacia de un equipo. Perder, volviendo a perder, es sinónimo de que
algo no funciona.
Y para que el buen juego se convierta en tendencia es
necesario más que un partido aceptable. En éste, el Mallorca no fue superior y
tampoco mereció los tres puntos que se pusieron en juego. Quizás el empate
hubiera reflejado lo expuesto por ambos contendientes.
Los dos equipos se presentaron al partido con un aval
nefasto de puntaje y juego. Solo un punto de doce posibles desarrollando,
además, un fútbol lleno de dudas. Por tanto, para ninguno de los dos, había
coartada posible. Solo valía la victoria.
Miquel Soler apostó sobre el 1-4-4-2. Devolvió el eje de
su defensa sobre Pedro Bigas y Truyols y no consiguió ganar solidez en su
última línea. El problema estuvo en la ubicación después de pérdida de balón.
Los centrales se jugaron posiciones de uno contra uno y solo la fortuna,
durante los primeros cuarenta y cinco minutos, y un soberbio Cabrero,
mantuvieron el equipo dentro del partido.
Para masticar el juego de elaboración en el centro del
campo aparecieron Yuste con Joao. Ambos tuvieron una lectura táctica
esquizofrénica. La defensa se vio demasiado expuesta y los errores individuales, que fueron groseros, costaron
el partido.
Salvar del juego colectivo a tres futbolistas que
mantuvieron al equipo. Marco Asensio estuvo muy dinámico. Xisco marcó los goles
y Cabrero los evitó.
El Racing tiene su talento en cuentagotas. Banda
izquierda superior a la derecha pero con
un zurdo que juega a pierna cambiada. David Concha es
desparpajo y soltura en ataque. Iñaki llegada con solidaridad y Mamadou Sylla
algo de amenaza entre centrales. Poco más. Solo con esto se permitieron el lujo
de hacer zozobrar a los mallorquines. Vencieron y, en la primera parte,
pudieron sentenciar.
A partir de ahora para el Mallorca debe empezar todo de
nuevo. Hay un problema de juego, además de estado de ánimo, y solucionarlo es
pura necesidad competitiva. Los problemas han llegado y habrá que jugar con
estrés competitivo hasta el final.
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