20 mayo 2015

LA FORTALEZA DEL BANQUILLO


Cualquier entrenador, de cualquier equipo y de cualquier categoría, tiene jugadores descontentos con su manera de trabajar. El vestuario es un cúmulo de egos individuales de difícil manejo y solo los resultados terminan apuntalando la posición del preparador. Los futbolistas, que menos juegan y que por tanto más descontentos están, pueden encontrar fisuras sobre la capacidad de liderazgo del entrenador.
Aquí el club debe ejercer un papel de control pero sin intromisión. No hay mejor entrenador que el propio. Cerrar filas otorgando un mando creíble es vital para el buen funcionamiento del colectivo. Y aquí el Mallorca ha estado poco hábil. Ser mucho más consecuente, eficaz y silencioso hubiera traído menos problemas.
Todas las reuniones públicas de los futbolistas con el Presidente, sin la presencia del entrenador, han debilitado su capacidad de liderazgo. Y así se ha acelerado la combustión. Era cuestión de tiempo que algún futbolista explotara de forma pública. 
Albert Riera antepuso sus intereses individuales a los de todo el colectivo y colocó a su entrenador en una situación límite. Su error es total y no se puede justificar. La situación deportiva del equipo es prioritaria y el jugador simplemente la olvidó. Miquel Soler no tuvo mucha opción. Su papel en esta historia es compleja  aunque en la rueda de prensa, previa al partido ante la Ponferradina, hubiera podido manejar y explicar mejor la situación.
Por su parte el Real Mallorca respondió, a la crisis, con eficacia y rapidez. El comunicado, no podía ser de otra manera, fue quirúrgico, contundente y ajustado a medida. Pero el fuego ya se ha extendido y sofocarlo sin heridos será imposible. Llegar a esta situación tan terminal es tan contraproducente como eludible. Evitarlo es trabajo de la maquinaria del club.
Utz Claassen, como propietario del Real Mallorca, S.A.D., debe ser el líder ejecutivo de la entidad. Pero jamás debe quitar poder a su entrenador. Sus coqueteos con el vestuario, sin la presencia de Miquel Soler, han sido perjudiciales. Minimizar la fortaleza de un entrenador de fútbol termina trayendo consecuencias y, en este caso, se ha debilitado la fortaleza del vestuario. No hay que olvidar que el entrenador maneja el segundo patrimonio más importante de un Club; sus jugadores. 

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