Asumir que el
rival es mejor no significa izar la bandera blanca. Todo lo contrario. Igualar
el talento con esfuerzo requiere implicación defensiva y aquí los mallorquines
han tenido, durante demasiados partidos y reconocido por ellos mismos, su talón
de Aquiles. Esta vez no fue ni un problema defensivo ni de implicación.
El
Mallorca tuvo intensidad pero no encontró el control. En la estrategia de
partido el Betis estuvo mucho más hábil. Los mallorquines tuvieron algo de
posesión pero el protagonismo, de cara a la portería adversaria, fue para el
equipo andaluz.
Miquel Soler
dispuso su once sobre el terreno de juego colocando a Bustos, Yuste y Ros
trabajando en la medular y dando salida a Marco Asensio. Y éste último fue el
mejor. Se preveía trabajo extra para la línea defensiva roja. Fue así. Los
cuatro de atrás tuvieron muchos problemas, sobre todo durante los primeros
cuarenta y cinco minutos, para contener los contraataques de un contrario
superlativo.
Elegir adecuadamente la zona de presión debía ser la opción.
Adelantarla, o retrasarla, en exceso hubiera sido un grave error de concepto.
Meter balones sobre el despliegue de los laterales, en el momento justo, fue
una posibilidad que no se utilizó. No hubo opción porque la elección por la
posesión dinamitó tal acción. Solo Marco Asensio cogió la bandera de la amenaza
ofensiva. Sus jugadas, junto con alguna de Xisco, fueron la posibilidad
roja.
Por su parte
Pepe Mel ha conseguido destrozar el mito de que en Segunda División es
imposible ser protagonista con el balón y, a la vez, eficaz. Los andaluces
juegan bien al fútbol y, además, ganan. El Betis puso sobre el verde lo mejor
pero también buscó algo de protección. Xavi Torres con N'Diaye blindaron el eje
del centro del campo e impusieron ley táctica.
En la amenaza
Rubén Castro mezcló con Jorge Molina. El canario siempre peligroso, es todos sus
movimientos de apoyo en fase final de ataque, no fue neutralizado. Fue un demonio que sembró miedo, desconcierto
y gol.
También es
justo reconocer que el Mallorca tuvo alguna opción de empate. Su rival se
equivocó y cayó en un estrés competitivo que le hizo dudar. En los instantes
finales de partido los mallorquines hubieran podido empatar aunque conviene no
olvidar que su único gol fue conseguido en claro fuera de juego.
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