El Mallorca tiene muchos jugadores para pocas posiciones
y, a estas alturas de la competición, es más una ventaja que un inconveniente.
Cuando la competencia es alta la exigencia se puede disparar. En la situación
actual la elección del entrenador es sencilla y simple. Escoger a los mejores.
Sin más. Hay herramientas suficientes y posibilidades tácticas diferentes.
El Mallorca retrasó, sobre todo durante los primeros
cuarenta y cinco minutos, en exceso la posición sobre el terreno de juego. Su
repliegue tan intensivo fue una condena. De esta forma no pudo ejercer presión
efectiva sobre la salida de balón y la posibilidad de contraataque rápido quedo
prácticamente anulada.
Fernando Vázquez eligió y puso en liza un once de
garantía para tumbar a su rival pero tácticamente, durante demasiados minutos,
fue superado por el rival. Sissoko y Yuste volvieron a poner músculo y fuerza
en el centro del campo. Pero jugaron en inferioridad y sufrieron mucho
corriendo detrás del balón.
La velocidad de Lago Junior es un aval que no se debe
deteriorar. En banda, si el repliegue es excesivo y se junta en exceso con el
lateral, puede perder eficacia final. Jugó la mayor parte del tiempo en liza de
ataque y anotó el primer gol del partido. Su participación debe ir a más.
El Bilbao Athletic ha tocado, durante la temporada,
muchos aspectos de su juego pero su núcleo de intención no se modificó jamás.
Su firmeza y convicción es absoluta. Suele iniciar los partidos con mucha
intensidad posicional arriesgando en exceso sobre su salida de balón. La
presión alta se le atraganta de forma categórica pero siempre lo sigue
intentando de forma encomiable. Y hizo exactamente lo esperado. Jugó y, en
ocasiones, desesperó a los mallorquines.
En la segunda parte el Mallorca puso pólvora sobre el
terreno de juego. Sobre todo Ortuño mostró mucho más que Acuña. El número nueve
tiene mucha más amenaza y tiene que convertirse en el líder del ataque rojo.
Salomao enseñó su velocidad por banda y Óscar Díaz ayudó a trenzar y llegar. Al
final el equipo cayó derrotado injustamente y es justo reconocer que el empate,
como resultado, hubiera explicado lo hecho por ambos equipos.
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