Dos derrotas consecutivas debían servir como acicate de
mejora. Así de fácil. El Mallorca necesitaba sumar tres puntos por pura
necesidad de supervivencia. No se consiguió y además se enseñaron, durante los
primeros cuarenta y cinco minutos, todas las vergüenzas. Se rozó él ridículo y
se salvó gracias, sobre todo, a la mejoría en actitud. El rival, como todos en
Segunda División, se presentó con su típica fortaleza y su acentuada
debilidad.
El Nàstic jugó en Son Moix con una propuesta inicial
llena de ambición. Vicente Moreno apostó por el buen criterio de Aburjania y la
técnica de Sergio Tejera. Jugaron la primera parte favorecidos por la falta de
criterio en el juego defensivo de los mallorquines. El adversario tuvo todo el
tiempo y el espacio para brillar y sentenciar. Se fue al descanso con un cero a
dos justo y apropiado al juego tirado por ambos equipos.
Aprovechar el juego exterior, además de alguna laguna a
balón parado, debía ser una de las armas para tumbar al conjunto entrenado por
Vicente Moreno. La obsesión del Nàstic por fortalecer el juego interior le
otorga, en algunas circunstancias, cierta vulnerabilidad en los flancos. Aquí
el Mallorca debía hacer sangre y apostar a ganador. Brandon y Pol Roigé podían y debían minar al adversario. Empezaron siendo víctimas de ellos mismos y del propio equipo. El número once falló un penalti y se desquitó marcando el gol que dio un empate sufrido y lleno de alternancia.
Lago Junior empezó jugando de delantero para ubicarse
sobre el perfil derecho. Puede jugar en las dos posiciones pero no debe hacerlo
demasiado alejado de la posibilidad de contraataque. Su velocidad debe ser el
aval.
Fernando Vázquez recuperó a Yuste para el centro del
campo y colocó a Damià de lugarteniente. La inferioridad numérica de la medular
se salvó gracias a la expulsión, de un adversario, y a una mejor interpretación del juego que solo llegó en la
segunda parte.
Los jugadores mejoraron su actitud y el entrenador movió
todas las fichas. Cambió el sistema de juego y buscó la amplitud con
profundidad. Arriesgó claramente en su toma de decisiones y al menos se
compitió de forma correcta. Es imprescindible que el Mallorca revise, sobre
todo, su primera media hora de juego para que no se vuelva a repetir jamás.
Competir de forma correcta es una obligación.
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