22 mayo 2016

SE HA PERDIDO LA RED



Cuando se juega con red y el fallo está permitido puede aparecer alguna laguna de conformismo. Ésta apareció a ratos, sin bajar en actitud, y se pagó con derrota. Demostrar juego lejos de la protección de Son Moix era necesario.

La realidad enseñó un partido en donde las llegadas volvieron a brillar por su ausencia. ¿Qué hizo el Mallorca para ganar? Poco, demasiado poco. La mejor opción fue un remate del adversario en su propia portería. 

El Girona basó su fundamento de juego sobre dos aspectos fundamentales. Tres centrales de jerarquía defensiva y un triángulo de presión con mucha fortaleza y pocas fisuras. Para ganar había que superar estos dos condicionantes. 
En el centro del campo Pere Pons, con sus dos escoltas, formaron una situación de superioridad numérica ficticia. Una pregunta cernía sobre las decisiones tácticas de ambos entrenadores. ¿Está superioridad se convertiría en posicional y ganadora? No fue así. Los tres medios centros del Girona no barrieron a los mallorquines.

Para superar esta posición el Mallorca metió a Sissoko con Damià en zona de medios y contaron con la colaboración defensiva de Pereira. Éste ayudó a crear un overbooking que hizo imposible trenzar el juego de ataque. Hubo enroque y empate técnico en la medular. 

Campabadal tenía la tarea de sujetar al dueño del carril izquierdo del Girona. Carlos Clerc es profundidad, amplitud y constancia. Detener sus llegadas formaba parte de las necesidades tácticas del encuentro. El lateral cumplió a rajatabla con su cometido y secó uno de los grifos más productivos del rival. Defensivamente los rojos jugaron de forma aceptable. 
Ortuño debía batirse en duelo ante tres centrales de inmenso poder. Solo se antojaba como una misión imposible. La ayuda de otros futbolistas debía ser imprescindible. Aquí ni apareció la velocidad de Lago Junior y ni el desequilibrio de Salomao. No hubo ocasiones de hostigamiento sobre Isaac Becerra y el partido fue muriendo después de una jugada de penalti más que discutible. 
No hay tiempo para las lamentaciones. Hay que levantarse y encarar con velocidad de trasatlántico los tres envites consecutivos que deben servir para atar una permanencia que puede complicarse más de lo deseado. ¿Será capaz el Mallorca de hacerlo? 

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