29 marzo 2013

EL FINAL DEL CAMINO




La Liga está llegando a su fin y, como en cada temporada, se dictará sentencia. Ninguno de los descendidos podrá esconderse en errores arbitrales, mala suerte o culpas de terceros. La competición es tan larga, dura y exigente que termina por colocar a cada uno en su sitio de manera justa y natural.
A partir de ahora todo es relativo y nada, absolutamente nada, tiene el rango de dogma de fe. Los equipos que mejor juegan al fútbol pueden contar con más opciones; o no. Escuadras que se han mostrado bastante herméticas pueden empezar a dudar y fallar.  Líneas de vanguardia con poca eficacia,  o nulo gol,  pueden encontrar portería con facilidad. Entrenadores tomando decisiones extrañas, precipitadas y con cierta falta de rigor podrían condicionar más de un marcador. Ha llegado el momento de la templaza y del saber estar.
Ahora, cuando cada error puede llevar su condena, aparecerá un condimento que puede cambiarlo absolutamente todo. Es el estrés competitivo. Cada jugada puede tener una importancia capital y la presión puede mellar el rendimiento del futbolista, Medir la ansiedad, controlando sus efectos, será una variable que puede condenar, o salvar, a más de un equipo. 
Sustentarse sobre unos buenos cimientos tácticos, físicos y técnicos ayudará a encarar los partidos del sí o no. Los enfrentamientos directos. Sí, esos que simplemente parece que se pueden ganar aplicando “testiculina” y pundonor a raudales. Pero, como casi siempre, no será suficiente. Sobre el tapete habrá que poner mucho más. El rival también preparará el partido a conciencia, estudiará los puntos débiles de su adversario e intentará hacer sangre sobre ellos. Nadie regalará absolutamente nada ya que en juego está el fútbol de Primera división. 
¿Qué tres ciudades se quedarán sin él?   

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