El Mallorca jugó con inteligencia, apoyado con cierta
dosis de fortuna, para conseguir tres puntos que otorgarán confianza y
seguridad. El fútbol volvió a cumplir con su ley inexorable; el gol manda. El
equipo que perdona paga y al Granada volvió a testar la cruda realidad de
encajar en la última jugada del partido. Esta vez a los mallorquines les salió
cara. El juego fue menos vistoso, el repliegue volvió a tener instantes
intensivos y la conservación del balón fue andaluza. Todo parecía indicar que
el intercambio de golpes beneficiaría al Granada pero, en esta ocasión, no fue
así. A cinco minutos del final Hemed mandó un balón al palo para conseguir un
gol victorioso en la última jugada del encuentro.
El equipo andaluz entró jerárquico. Recio otorgó mesura,
pase de seguridad en la medular y buena visión periférica. Nolito fue
desequilibrio y cambio de ritmo en el perfil izquierdo. Buonanotte se vistió de
pasador, desde cualquier zona del campo, buscando la zona de Pep Lluís Martí
para así generar situaciones de igualdad numérica. Con todo la propuesta andaluza sobre el terreno de juego apareció
un bastión, hercúleo y ganador, que se erigió en el centro del campo. Tomás Pina se
convirtió en el jugador rojo del partido. Tuvo eficacia en ambas áreas, ocupó
mucho campo, ayudó a ambos flancos a cerrar situaciones complicadas, recuperó
muchos balones en la medular y salió con solvencia en fase ofensiva. Él fue
vital para sumar tres puntos que abren la puerta de la esperanza.
1 comentario:
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