El Mallorca
no funciona y así será imposible cumplir objetivos. Demasiados jugadores,
jugando en la posición y no desde la posición, terminaron por condenar a un
equipo que ofrece muy pocas garantías. Esto ya no es fruto de la casualidad, es
el resultado de un juego deslavazado y errático. El equipo no responde con
prestaciones de eficacia y casi siempre termina claudicando por los mismos
problemas. Los futbolistas de Oltra atacan mal y defienden peor. Los problemas
defensivos ya no son sólo imputables a la línea de cobertura y el segundo gol
encajado fue un claro ejemplo de ello. El Sporting lanzó un ataque plano, por
banda izquierda y sin necesidad de girar su progresión, metiendo un balón en
profundidad para ver como Nunes hincó su rodilla en velocidad. Los contrarios
ya saben que hacer para neutralizar a los rojos y, simplemente, lo hacen.
Los
de Sandoval buscaron superioridad numérica, con diagonales de Carmona, en la
sala de máquinas y lo consiguieron. Esto, unido a una presión mucho más eficaz, fue suficiente para que los asturianos
vencieran con claridad y justicia. Semana, tras semana, asistimos a partidos
muy similares. La superioridad numérica efectiva, en la medular, hay que
ganársela y el Mallorca la pierde casi siempre. Los rojos no utilizan ninguna
fórmula, para igualar fuerzas por dentro, y así es casi imposible vencer a
adversarios de calado similar. Reforzar, con un jugador más, o obligar a
movimientos de compensación es una pura necesidad competitiva. Y el Mallorca no
lo hace.
Poner la lupa
sobre algún jugador podría tocar la injusticia. Todo el equipo está fuera de
rendimiento colectivo. Sólo algunas gotas de Alfaro, eso sí, en fase ofensiva
se pueden rescatar de un partido que no es más que la repetición de casi
siempre. Al final la respuesta fue meter delanteros y, lógicamente, la
acumulación no acercó el gol. Sólo apareció más desequilibrio y, en ocasiones,
algo de anarquía. El resultado fue otra derrota que volvió a enseñar las
carencias tácticas de un equipo que está obligado a dar mucho más de sí.
Y ya para
terminar de empeorar la situación José Luis Oltra compareció con un perfil
excesivamente bajo en sala de prensa. Empieza a transmitir, de cara al
exterior, poca seguridad y cero confianza. Su discurso huele a agotado y es de
esperar que, al menos, dentro del vestuario haya otra percepción mucho más
favorable.
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