Con todo es justo reconocer todo el trabajo excelso de Pina y Márquez. Los dos barrieron muchos balones que aliviaron trabajo a los centrales. Gracias a ellos las embestidas madrileñas se apagaron en la línea de tres cuartos y los agobios para Aouate fueron más contados que excesivos.
En el marco individual se hace necesario destacacar a un Giovani que se manifestó como el mejor jugador ofensivo de los rojos. El Mallorca necesita de su talento, desequilibrio y velocidad de ejecución.
El empate, después de lo visto, es miel. Los cuatro puntos conseguidos en los dos últimos partidos deberían otorgar más tranquilidad y, sobre todo, incrementar las posibilidades de juego de un equipo que tiene verdaderas dificultades para atacar.
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