No es partido terminal pero
sí de importancia capital. Conquistar tres puntos siempre es el objetivo final pero,
en esta ocasión, eludir el descalabro es casi imprescindible. La derrota
abriría brecha y colocaría a los rojos en una posición altamente incómoda. El Zaragoza lo sabe e intentará hacer sangre. Su trayectoria es tan
nefasta como la del Mallorca y bajo el escudo de la afición intentarán disparar
el condicionante de la presión ambiental.
En cualquier caso conviene
recordar que este rival también tiene vergüenzas que esconder. Su dinámica
negativa tampoco es fruto de la casualidad. Loovens es agujero y Álvaro, el
mejor central para Manolo Jiménez, no siempre puede salvar el centro de la
defensa. Sapunaru no será baja y la capacidad creativa de su centro del campo
tampoco es para deslumbrar. Movilla con Apoño suelen regar trabajo físico en la medular mientras
Romaric, con sus anárquicas conducciones, puede desequilibrar tanto a su propio
equipo como al adversario. Eso sí, los maños cuentan con una amenaza capaz de
cambiar el curso del encuentro. Él es Hélder Postiga. Gregorio Manzano tendrá que
decidir el nombre de su pareja de centrales valorando las características de
este buen delantero. Errar en la elección podría incrementar las posibilidades
de derrota.
Para este partido, siempre
buscando la victoria, no conviene despreciar el empate. Sumar lo dejaría todo
abierto para las últimas cinco jornadas. Y a estas alturas ya es necesario
habituarse a la presión del resultado obligado. El momento, de ganar o perder,
está a punto de llegar y afrontarlo con naturalidad será más beneficioso que
perjudicial.
Al final el fútbol colocará,
de forma justa y natural, a cada equipo
en su sitio. Los tres que pierdan la categoría se habrán hecho merecedores de
una deshonra que manchará el currículum individual de todos sus responsables.
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