El Mallorca
consiguió una victoria que le permite ver el horizonte. Era ganar para respirar
y se consiguió. El partido fue discreto, trabado y hasta malo. El Celta jugó
mejor sus cartas y consiguió ser superior durante muchos minutos pero perdonó y
lo pagó. Gregorio Manzano apostó a un 1-4-3-3 que resultó más desordenado que
equilibrado. Dispuso a Pina, Márquez y
Martí en la medular y, entre los tres, no consiguieron hacerse con el centro
del campo. Sus evoluciones no ahogaron a los medios centros contrarios y se
diluyeron en ataque. Además Hemed y Giovani se pisaron los desmarques ocupando
casi los mismos espacios.
Abel Resino
metió un equipo más equilibrado. Protegió a Oubiña con Natxo Insa y Álex López e
intentó reforzar su línea de presión. El Celta volvió a coquetear con su línea de
retaguardia alta pero sin llegar al suicidio. Intentó achicar espacios y
consiguió mejorar su juego del centro del campo. Durante demasiados minutos
metió el cuchillo y consiguió sangrar a su adversario.
En fútbol
todo queda sujeto a variación hasta que la clasificación, de manera matemática,
dicta su sentencia. El Deportivo consiguió sumar doce puntos consecutivos,
contra todo pronóstico lógico, y demostrar que el cambio de tendencia sí es
posible. El vencedor no necesita justificar la victoria y sólo los perdedores
buscan excusas de falta de tiempo, malos arbitrajes, lesiones o otras
banalidades realmente cómicas. Los futbolistas del Mallorca no pueden eludir su
responsabilidad. Ellos, junto con con todas las personas que tienen
responsabilidad, han colocado al equipo en esta situación. ¿Podrán conservar la Primera División?
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