La
derrota deja al Mallorca tan tocado como necesitado. Volvieron a aparecer los
mismos errores que han lastrado toda la temporada. Porosidad defensiva, presión
de mantequilla y poco fútbol trenzado. El partido empezó de la mejor forma
posible. Gol a favor y juego en campo contrario. Pero el Zaragoza simplemente a empujones cambió la
tendencia. Eso y el miedo a perder hicieron el resto. Los mallorquines
hicieron, en líneas generales, un mal partido.
Gregorio
Manzano movió su alineación y no ganó ni en seguridad ni en eficacia. Hutton y
Antonio López intentaron cerrar los flancos. No lo consiguieron. Conceiçao,
después Nunes, con Geromel tenían que asegurar el eje y se vieron superados más
veces de las deseables. La línea de retaguardia volvió a mostrar una
inseguridad excesiva y terminó siendo sangrante. En el centro del campo se
juntaron Martí, Tissone y Pina para buscar el colapso. Tampoco se consiguió. Y
arriba Hemed y Alfaro trabajaron para ofrecer a Giovani un poco más de espacio
y tiempo. El mexicano debía sembrar amenaza y sólo pudo aparecer en escasas
ocasiones.
El
tercer gol del Zaragoza no hizo más que mostrar la decadencia de todo el año.
Nunes salió de posición, Geromel llegó tarde a la cobertura y Aouate encajó por
su palo. Aquel triángulo mágico formado por centrales y portero es historia.
Al
final se sumó una nueva derrota y se encajó el gol número sesenta y siete.
Ahora se abren los últimos cinco partidos de competición pero el siguiente es
casi terminal. Perder ante el Levante será casi dictar sentencia. El Mallorca
se la jugará ante un rival con nervios de acero y que domina a la perfección el
repliegue con presión. Ya no quedan excusas posibles que lanzar. A partir de
ahora llegan los partidos sin red. ¿Se sabrán jugar?
1 comentario:
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