Contener las emociones, sin
bajar la intensidad, fue parte importante en la clave del éxito del Deportivo.
Jugar a ganador no significa arriesgar hasta el infinito. En los
enfrentamientos directos hay que ser eficaz, resolutivo y tener oficio. El
Deportivo lo tuvo todo.
La primera parte transcurrió con
un intercambio de golpes más que interesante. Ambos contendientes asumieron
riesgo en fase ofensiva. Los cuatro laterales se incorporaron al ataque aunque
los gallegos fueron más agresivos. Silvio y Manuel Pablo fueron incisivos,
profundos y valientes. En el Mallorca hubo un poco más de conservación desde la
tercera línea. Sólo el lateral en banda fuerte de balón rompió hasta línea de
fondo. Si Hutton llegaba, Luna guardaba.
Jugar con trivote puede
favorecer, nunca asegurar, la superioridad numérica en la medular. El Mallorca
consiguió hacerla efectiva sólo durante un tercio de la primera parte. Durante
los primeros veinticinco minutos cada vez que el balón rodó, por la zona de
medios, los tres futbolistas rojos ahogaron la posibilidad de trenzar buenos
ataques, o contraataques, al contrario. El Deportivo no encontró situaciones adecuadas
y cayó en la trampa roja. Pero llegó el gol de Silvio y todo cambió. A partir
de este instante la mejoría gallega se impuso al juego mallorquín. Manzano tocó y cambió el sistema de juego. Pasó a 1-4-4-2 y falló. Tissone y Pina se vieron insuficientes para ocupar y detener a un contrario que creció a medida que avanzó el encuentro. Los espacios libres fueron atacados mejor por los gallegos que supieron adaptarse, más y mejor, a las circunstancias del juego. El partido se decidió por dentro y aquí el Deportivo estuvo mejor.
Después de este resultado, con
la inminente visita al campo del Barça, el Mallorca queda en manos de la épica.
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