El Rayo es un equipo a
blanco o negro. No hay matices; es ganar o perder. Línea de cuatro zagueros,
generosamente avanzada, otorgando espacios y asumiendo un estilo que, en
ocasiones, parece demasiado para el talento de sus futbolistas. El riesgo se
asume con naturalidad y el resultado es el número de goles encajado. Su
portería ha sido perforada hasta en veintinueve ocasiones y la sensación de
inseguridad defensiva es una realidad.
Además Paco Jémez también ha
coqueteado con tres centrales y dos extremos, no laterales, en las alas.
Últimamente lo está empleando más como recurso, si el resultado es adverso,
lanzándose como un poseso sobre la portaría adversaria. Dentro de esta dinámica
de juego ha conseguido cinco victorias, seis derrotas y, tan sólo, un empate.
Siete partidos consecutivos
encajando gol han abierto una herida en el aspecto defensivo sobre el
comportamiento de todo el colectivo. Los rojos están obligados a presentar una
fortaleza mayor y a cerrar, con más autoridad, todos los pasillos que conducen
al tiro a gol del adversario. ¿Lo conseguirán?
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